Foto: Jesús Aguilera |
Lo acontecido el lunes pasado en ese campo maldito, el
Coliseum Alfonso Pérez, deja al Celta del Toto Berizzo sin apenas argumentos
encadenando la friolera de diez jornadas sin ganar. No por el hecho de perder,
más bien por el cómo. De la misma forma que ocurriera en Cornellà, el Celta
desplegó una pobre imagen a pesar de adelantarse con prontitud en el marcador,
dejando a las claras que el problema se va convirtiendo desde lo anímico hasta
lo puramente actitudinal.
El once que introdujo en el campo el técnico argentino era
el esperado. Ante las molestias de Larrivey fue Charles el encargado de formar
en punta de ataque, siendo precisamente el hombre que aprovechó la pillería de
Nolito en un saque de banda para anotar el primer gol del partido. El
escenario, por lo tanto, era inmejorable. Los vigueses adolecían de una falta
de gol que parecía haberse subsanado más pronto que tarde. Solamente faltaba
dominar y dormir el partido ante un rival también necesitado. Pero,
sorprendentemente, a partir del primer gol pareció ser el Celta el que iba por
detrás en el marcador.
Se sucedieron una serie de jugadas llenas de ansiedad y
precipitación, sumadas al desastre defensivo que provocaron las marcas al
hombre y la falta de intensidad en el medio del campo por parte de unos
desconocidos Nemanja Radoja y Michael Krohn-Dehli. Carles Planas, que volvía al
once, se dedicó a perseguir desesperadamente a Sarabia hasta el punto de
aparecer en banda contraria o a la altura del círculo central dejando su parcela
desprovista para que, poco después del 0-1, la aprovechase un Álvaro Vázquez
que batió a Sergio para poner las tablas en el luminoso. A partir de ahí el
caos tomó el partido para con los dos equipos y no lo abandonaría hasta el
pitido final.
Es difícil asegurar cuál de los dos conjuntos lo hizo peor,
pero no cabe ninguna duda de que la derrota olívica fue justa. La falta de
reacción de Berizzo en el segundo tiempo se sumó a la inoperancia de todo el
equipo y a la desidia de algunos jugadores. El Getafe solamente tuvo que subir
un poco el pistón y ser aupado por un lamentable, para ambos bandos, arbitraje
de Mateu Lahoz. Así que las ocasiones azulonas se sucedían y los Sarabia,
Sammir y Diego Castro acuchillaban sin piedad la defensa de mantequilla que
presentó el Celta por delante de un atemorizado Sergio. Lo raro fue no encajar
gol hasta el minuto 86, con penalti marrado incluido.
El poco bagaje ofensivo celeste en la segunda parte se
redujo a un penalti forzado por Charles que no quiso ver Mateu. Casi
inmediatamente después llegaba el paradón de Radoja y el Panenka fallido de
Castro con el que muchos ya dábamos por finiquitado el encuentro conformándonos
con el empate. Incluido Berizzo, que ya desde mucho antes decidió (como
siempre) postergar los cambios en busca de un milagro divino que no llegó. Lo
que no fue un milagro fue que Sarabia marcase, totalmente desprovisto de
marcaje, en la enésima vasculación fatal provocada por los marcajes
individuales. Sammir la dio de tacón y el madrileño solamente tuvo que fusilar.
Se abren, pues, todos los frentes. La continuidad de Berizzo
está más en entredicho que nunca, incluso se rumeroea ya el sondeo del mercado
en busca de un nuevo entrenador. Situación que no por conocida deja de
enrarecer todavía más el ambiente de cara a un partido decisivo, esta vez sí,
contra el Córdoba el sábado que viene. ¿Tendrá el Toto su última oportunidad?
Y, lo más importante, ¿la aprovechará?
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