Giráldez no firma salvarse en la jornada 34 sin tener opciones de ir a Europa


Foto: Faro de Vigo

Desde su llegada al banquillo del Celta, Claudio Giráldez ha sabido ganarse el respeto de la afición y del club. En poco más de siete meses, este entrenador gallego ha asegurado su futuro con dos renovaciones que lo vinculan al equipo hasta 2027. Giráldez no solo destaca por su dedicación, sino también por una gestión sólida y cercana a sus jugadores, especialmente con figuras icónicas como Iago Aspas. Su compromiso con el equipo y su cuerpo técnico han convertido a Giráldez en un referente en el Celta.

En una entrevista concedida a Relevo, el técnico de O Porriño hace un recorrido por sus últimos dos años en el club, hasta su enfoque en el próximo encuentro contra el Leganés. Entre reflexiones sobre la evolución del equipo y su enfoque de trabajo, Giráldez revela los desafíos, sus ambiciones y su filosofía en el fútbol.

Insatisfacciones y áreas de mejora

Cuando se le pregunta qué es lo que menos le ha gustado de su equipo esta temporada, Giráldez responde con sinceridad. Señala que uno de los principales aspectos a mejorar es la consistencia en el juego: "Tenemos margen de mejora en mantener el nivel durante más minutos, en controlar las transiciones y en el timing de los ataques." Ha habido partidos recientes, como contra el Real Madrid, el Athletic y el Girona, en los que el equipo no logró sostener el control o crear suficiente peligro. "A veces nos quedamos a medias", confiesa, explicando que situaciones de falta de concentración cerca de la portería les han costado caro. Aun así, Giráldez se muestra optimista en cuanto al desempeño general de sus jugadores.

Expectativas de permanencia y lucha por Europa

El Celta ha atravesado tiempos difíciles en los últimos años, pero Giráldez tiene claros sus objetivos para esta temporada. Ante la pregunta de si firmaría una permanencia temprana sin aspiraciones europeas, el técnico responde con un rotundo "No". Esta respuesta refleja la ambición de Giráldez, que sueña con alcanzar metas más altas y considera que el equipo tiene potencial para superar la simple lucha por la permanencia.

La intensidad de su dedicación

Girando la conversación hacia su rutina diaria, Giráldez reconoce la intensidad de su trabajo: "No quiero parecer un loco, pero hasta que me quedo dormido, muchas horas las dedico al fútbol". Aunque en semanas de menor carga de competición intenta tomarse algún día libre, su pasión por el equipo y el deporte no le permiten alejarse por mucho tiempo. "Tengo la energía para hacerlo y no tengo la sensación de que estoy trabajando", añade. Para él, liderar al Celta no es una obligación, sino una vocación.

La decisión de renovar: duración y el valor del equipo de trabajo

Sobre su reciente renovación, Giráldez explica que se barajaron diferentes opciones, entre ellas la posibilidad de un contrato más largo. Sin embargo, prefirió un acuerdo que le da estabilidad sin sentirse "atado", resaltando que la relación con el club es tan positiva que otra renovación podría venir en el futuro. Un aspecto crucial para él es el trabajo en equipo; cuando le preguntan si aceptaría continuar sin alguno de sus colaboradores, Giráldez es firme: "Creo mucho en la gente con la que trabajo. Para dar mi mejor rendimiento, necesito a mi cuerpo técnico". Elogia al personal de apoyo, destacando que, aunque él es la cara visible, el éxito del Celta es fruto de un esfuerzo colectivo.

Los inicios y el sueño cumplido

Giraldez lleva siete meses al frente del Celta y reflexiona sobre sus primeros días, los cuales describe como un torbellino. "No me dio tiempo a sentir vértigo, fue todo muy rápido hasta el parón después del primer partido en Sevilla". Según él, la verdadera conciencia de su rol llegó en verano, cuando finalmente tuvo tiempo de procesar lo que significaba estar al mando del equipo. Aun así, nunca ha sentido miedo, sino una firme determinación por cumplir con el sueño que siempre tuvo: entrenar al Celta.

Preguntado sobre si alguna vez pensó que esta oportunidad no llegaría, Giráldez admite que hubo momentos de duda. "Es difícil pasar de un filial al primer equipo", reconoce, aunque siempre confió en la gente del club. La oportunidad finalmente llegó, y el entrenador supo esperar y perseverar sin perder el respeto por los demás.

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