Cuando no tienes ese otro fútbol



El fútbol es un deporte que contiene varios deportes en sí mismo. Por un lado está el juego, que ha encandilado a generaciones de aficionados desde su creación, y después está ese otro fútbol que en muchas ocasiones es detestable y en otras necesario. Hace décadas que el fútbol ha perdido la inocencia con la que se creó. La expansión del deporte a lo largo del mundo, y sobre todo la entrada del dinero en el deporte han provocado que las tácticas se hayan ido retorciendo con la finalidad de ganar. 

Gana por encima de todo y como único objetivo. De los cinco delanteros con los que se jugaba en la década de los treinta y cuarenta del pasado siglo, se ha pasado al fútbol actual, repleto de equipos bordalizados con tácticas destructivas que solo buscan arañar segundos cuando el marcador es a favor, o desquiciar a los rivales con la intención de que no se juegue al fútbol. Se trata de ganar de la manera que sea, por lo civil o por lo criminal. Y si es por la segunda vía, se soluciona con un "es fútbol, papá". 

Todos hemos sufrido en Balaídos como los rivales, cuando van ganando, tienen porteros con una tendencia innata a lesionarse, como los jugadores de campo tienen que ser atendidos con frecuencia preocupante, y tras salir del campo regresan corriendo como gamos. Es ese otro fútbol que tanto desquicia a las aficiones de los equipos que van perdiendo, y que tantos aplausos reciben por parte de los ganadores. Incluso los comentaristas se indignan cuando el equipo que va ganando bota un córner en los últimos minutos en lugar de ponerse a perder tiempo pegado al banderín con la intención de que no se juegue más al fútbol. 

Y después está el Celta. Tengo que reconocer que como fanático de la pureza del fútbol, me gusta cuando mi equipo saca ese córner en lugar de especular con el balón. Tampoco los celtistas estamos acostumbrados a hacerlo. Nuestros jugadores no suelen tener esas picardías, y francamente lo prefiero. Eso genera ciertos peajes, como lo vivido ayer cuando Mingueza se lesionó. 

Cualquier equipo con cierta picardía no hubiese permitido que el juego se reanudase hasta la entrada de Marcos Alonso, mucho  más con un saque de banda a favor. En primer lugar Mingueza tenía el derecho de tirarse sobre el terreno de juego, no salir del mismo a que lo atendieran. Eso hubiera permitido que su sustituto se preparase y pudiese entrar al campo sin dejar al equipo con uno menos. Pero el Celta no lo hizo. Claudio Giráldez mostró su indignación al final del encuentro por ese hecho, ya que el Athletic olió la sangre y atacó por la banda del ausente Mingueza para adelantarse en el marcador. Pecamos de pardillos y salimos perdiendo. Son detalles que se deberían corregir, o tal vez no. Es cuestión de gustos. 


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