Empachados de golpes de realidad



Decía ayer tras el partido Claudio Giráldez que la derrota sufrida por el Celta en Valenciennes era un "golpe de realidad". Es difícil definir mejor lo que vimos en el quinto amistoso de la pretemporada, que ya habíamos intuido en la primera parte del encuentro ante el Benfica. Después en la segunda mitad el equipo portugués salió con la unidad B, y apareció Aspas para taparlo todo. 

Ayer Iago Aspas estaba sobre el terreno de juego mientras el Lille pasaba por encima del Celta, pero más que por juego, que también, por la facilidad con la que el equipo celeste iba encajando goles. Lo realmente preocupante es que el Lille ni tan siquiera necesitó un juego arrollador para arrollar en el marcador.  Los goles llegan en muchos casos por fallos no forzados de los nuestros, que el Lille aprovecha porque es un buen equipo, bastante mejor que el Celta. 

Pero también es necesario poner todo en contexto. El LOSC está en una fase más avanzada de la pretemporada, ya que el próximo martes disputa la fase previa de la Champions League ante el Fenerbahçe de José Mourinho y Emre Mor. Es un partido muy complicado porque es muy probable que el excéltico no juegue. El Celta empieza la competición oficial en dos semanas y media, por lo que es lógico que el Lille tuviese cierta ventaja. 

Pero ya puestos a situar todo en su contexto, la realidad es que el equipo que ha ido formando el Celta en los últimos años, no solo en los lamentables años de Luís Campos, es cada vez peor. Si a eso unimos que aquellos jugadores que destacan un poquito son vendidos con desesperación, lo normal es tener golpes de realidad como el de ayer, que probablemente también veamos este año en la competición de la regularidad. 

Estamos acostumbrándonos a los golpes de realidad, porque desde el club nos venden que no servimos para otra cosa. Celebramos con algarabía permanencias ante equipos a los que doblamos en el límite salarial. Vendemos lo cotidiano como algo fuera de lo común, y lo que nos espera es más de lo mismo. 

Confío plenamente en la capacidad de Claudio Giráldez, que ya demostró en sus 10 primeros partidos en la élite. Cuenta con una de las mejores hornadas de la cantera y no le tiembla el pulso para apostar por ellos, pero creo que honestamente que el club está siendo tremendamente injusto con el de Porriño. Su condición de hombre de club, que jamás hará ninguna declaración molesta hacia la entidad le honra, pero le perjudica a la hora de la confección de la plantilla. 

El Celta debía dar este verano un cambio de rumbo y ha apostado por la continuidad. Por decisión propia o por la incapacidad de cambiar el rumbo. Se ha firmado una venta, la de Larsen, con cobro en diferido, lo que ha dejado sin margen al club para este verano. El dinero de Gabri Veiga a saber donde está, y el caso es que afrontaremos la temporada con mimbres muy parecidos a los de la pasada. Alguien ha pensado que hacer lo mismo que otros años podría dar resultados diferentes. Es una hipótesis interesante, aunque de dudoso éxito. 

El golpe de realidad no es que el Lille marque tres goles en media hora, que hasta podría ser lógico por el contexto que comentábamos antes, pero ayer todos los centrales colaboraron en los goles por fallos de concentración o de calidad técnica que comprometen seriamente las opciones de permanencia del Celta esta temporada, porque esos fallos, sea ante Lille, Alavés o Getafe, se repetirán. El pasado curso alguna vez aparecía Guaita haciendo su trabajo, pero esta temporada no está claro ni tan siquiera que podamos contar con él en las primeras jornadas. 

Al Celta le quedan dos semanas y dos días para arrancar la temporada oficial. Hay tiempo para mejorar en aspectos técnicos y tácticos, y no me cabe duda de que el equipo lo hará. Tenemos un buen cuerpo técnico, y algo de talento hay, pero los errores que nos lastraron en el pasado, y que seguirán haciéndolo en el futuro siguen estando ahí para continuar con el empacho de golpes de realidad que llevamos en último lustro y pico. 



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