15 años del advenimiento del mesías de Moaña



El sábado 6 de junio de 2009 será un día que difícilmente olvidará el celtismo. Aquel día Balaídos se llenó con entradas a 2 euros para vivir un día que podía ser histórico o cruel. En ambos casos, estaba escrito que la historia recordaría aquel día, para bien o para mal. Llegaba el Celta a la jornada 40 con 3 puntos de ventaja sobre el Alavés, jugándose ambos equipos la permanencia en Segunda División. 

Con el paso de los años el recuerdo se ha magnificado en algunos casos, escuchaba hace unos días en la radio que Aspas había salvado a un Celta que estaba descendido,  pero también se ha intentando quitar peso al mérito de aquella victoria, por aquello de que faltaban todavía dos jornadas. La realidad es que el Celta contaba con tres puntos de ventaja sobre el Alavés, que la racha de resultados era terrible. El dato es el siguiente: De los últimos 20 partidos, el Celta solo había ganado 1. A todos eso sumemos que el club había iniciado un proceso concursal un año antes, y que un descenso a la antigua Segunda B sería un golpe mortal para la entidad viguesa. 

El drama se palpaba en el ambiente. Para ahondar en  la crisis celeste, Eusebio Sacristán, por entonces entrenador del Celta, se quedó para este partido sin el concurso de sus dos delanteros: Ghilas y Dinei. El primero por sanción, y el segundo por lesión, no podían concurrir aquel caluroso sábado de julio en Balaídos. 

David Rodríguez fue el elegido de inicio para la delantera, pero los minutos pasaban y el gol no llegaba. El Celta había vencido en la primera vuelta en Mendizorroza, así que una victoria le daba la salvación, y un empate le acercaba a la misma. Ganaba el goal-average y tenía dos partidos ante equipos sin nada en juego, como el Sevilla Atlético y el Xerez. 

Eusebio había cubierto la baja de sus dos delanteros con dos chicos de la cantera: Iago Aspas y Joselu. El segundo ya había jugado bajo su mandato algún partido esa misma temporada, Aspas estaba inédito con el de La Seca. Todo apuntaba a que sería Joselu el elegido, pero a media hora para el final del partido Eusebio llamó afortunadamente a Aspas. 

El moañés no era un desconocido para el celtismo, que ya sabía de sus diabluras con el Celta B. Era hermano de Jonathan, que había llegado al primer equipo, así que era un jugador del que ya teníamos referencias. No tardó ni cinco minutos en mostrar sus credenciales sobre un terreno de juego, cuando intentó batir al meta rival con una rosca rasa que no encontró el fondo de las mallas por la intervención del cancerbero. 

A diez minutos para el final no perdonó. Trashorras abrió un balón a la banda para que su amigo Dani Abalo pusiese un centro perfecto que Aspas cabeceó al fondo de las mallas, llevando el delirio a Balaídos. Aspas ya era un héroe en ese momento, pero Juanjo quiso darle emoción en el 88 con el tanto del empate. 

En la siguiente jugada, con el celtismo temblando de miedo en la grada, Falcón realizó una inmensa parada para evitar el 1-2. La jugada acabó con una falta al borde del área céltica favorable a los locales que botó Jordi Figueras, casi a la desesperada. No es ninguna exageración decir que era la última jugada. El balón fue volando hacia el área alavesista, Jonathan Vila ganó el salto de cabeza, y el balón cayó a pies de David Rodríguez, que conectó un disparo cruzado que sacó Bernardo, pero allí apareció el cazagoles de Moaña para llevar el delirio definitivo a la grada viguesa. 

Tras el gol ya no se jugó. Se sacó de centro y el colegiado señaló el final del partido. El Celta esquivaba una bala que le podía haber matado, y aunque en ese momento todavía no lo sabíamos, había visto nacer a una leyenda, que en los siguientes años ascendería al equipo, lo llevaría por Europa, y lo salvaría año tras año del descenso a Segunda. Aquel día se nos apareció Aspas, y sigue haciéndolo cada vez que las cosas se tuercen. 



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