Un centenario para olvidar


Foto: RC Celta

En la vida de cualquier celtista llegarán descensos, ascensos, clasificaciones europeas, eliminatorias épicas ante grandes equipos, participaciones históricas en la Copa del Rey, alguna final, y ojalá en la la nuestra llegue algún título.  Cuando Alejo falló aquel penalti todos pensamos que tendríamos otra oportunidad, y esa oportunidad llegó, aunque la desperdiciamos. 

Cuando Beauvue decidió pasársela a Guidetti en lugar de tirar, todos pensamos que podría llegar el momento en el que fuese otro jugador quien tuviese que tomar esa decisión. Y seguro que llega. Y el día que descendamos a Segunda División sabremos que algún día volveremos. El fútbol es eso, un constante sube y baja de emociones que nos llevan de lo peor a lo mejor y viceversa. Y siempre sabemos que cuándo perdamos el siguiente partido habrá una revancha. 

Lo que nunca volverá es el Centenario. Ninguno de nosotros vivirá otro, entre otras cosas porque es un evento único. Lo más probable que tampoco vivamos el bicentenario, tal vez alguno de los más jóvenes, abusando de longevidad pueda hacerlo pero, aunque no está en mi ánimo privaros de la esperanza, es poco probable. 

Por lo tanto, el Centenario que hemos vivido será el único que veamos en nuestra vida, y nos queda la sensación de que hemos perdido una gran oportunidad. El club prometió un centenario inolvidable, y ha sido para olvidar. Desde eventos tan caposos como la visita al Vaticano, con políticos y obispos en la expedición, hasta la fiesta del centenario, celebrado a puerta cerrada para los amigos de los Mouriño en Afouteza.

De las celebraciones previas a los partidos es mejor no hablar, y ha habido varias iniciativas que se quedaron por el camino, como los embajadores del Centenario, que no pasaron de dos o tres, y ahí se quedó la cosa. Estuvo interesante el partido de Leyendas, en el que pudimos ver a viejos mitos del celtismo de nuevo sobre el césped. 

Del apartado deportivo mejor no hablar. Después de años fichando jugadores para un estilo de juego concreto, el club decidió dar un volantazo fichando a Rafa Benítez para dirigir la plantilla. En las primeras semanas, cuando el técnico madrileño ilusionaba, se le atribuyó su contratación a Marián Mouriño. Ella misma presumió de ello en una rueda de prensa. Ahora que ya se sabe que es un fracaso se le atribuye a su padre. Lo cierto es que cuando llegó Marián Mouriño ejercía de directora general del club, tras la salida de Antonio Chaves.  Su fichaje, además de ser horrible en lo deportivo, ha dejado hipotecado al club por el costoso finiquito de su despido. 

Al menos Marián acertó en su recambio. Claudio Giráldez es lo que necesitaba el club, pero seguramente ya a principios de temporada. El Celta siempre ha presumido de ser un club de cantera, pero pocas veces ha tenido entrenadores que apostasen por la cantera. Una incongruencia que se ha corregido, y a lo mejor incluso de casualidad. 

La mejor noticia del Centenario ha sido la marcha de Carlos Mouriño, que se ha ido con sus ocurrencias a otra parte, y lo ha hecho en absoluto silencio, sin despedirse de una afición con la que está enfadada desde hace varios años. Eso sí, dejó a su hija en el cargo. 

En definitiva, no ha sido el centenario que todos esperábamos. El himno de C. Tangana ha sido una buena noticia, como también lo ha sido la salvación, que llega en una temporada en la que ha habido tres equipos muy inferiores al resto, pero al fin y al cabo seguir en Primera es un buen objetivo. Lo terrible es que se ha conseguido una salvación agónica con el límite salarial más alto en la historia del club. El problema es más grave que no ser ambicioso, es no saber serlo. 

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