Foto: Miguel Riopa / Getty Images |
Quedan poco más de tres horas para que arranque un partido que puede llevar al Celta a disputar las semifinales de la Copa del Rey por décimo segunda vez en su historia. El celtismo se agarra a la ilusión de la Copa para combatir la frustración de LaLiga en la temporada de su centenario. Y no habrá manera de que nadie le quite la ilusión hasta que se acabe el sueño, si es que se acaba.
Será un partido tan especial que no se vive desde hace 7 años, desde aquella noche de enero en la que el Real Madrid visitaba Balaídos tras el 1-2 de la ida en el Santiago Bernabéu. A pesar del resultado, el reto era tan complicado como el de esta noche, y el final fue feliz. Ojalá esta noche también lo sea.
Parecía que la ilusión podía rebajarse tras el partido del sábado, donde una Real Sociedad con muchos suplentes se impuso a un Celta con teóricos titulares. Si aplicamos la lógica, los titulares del conjunto vasco deberían deshacerse sin mayor problema de un equipo con menos titulares en el Celta. Pero el fútbol no entiende de lógicas, y lo que pasa en un partido no tiene por qué repetirse tres días después. Lo hemos visto cientos de veces, y nada nos convencerá de que esta noche puede ser otro ejemplo.
Cuando arranca un partido lo sucedido antes no sirve de mucho. Puede servir para que el partido tenga un contexto, pero nada más. En cuanto pite el colegiado todo es nuevo y solo cuenta el presente. A ese presente se agarra el celtismo en su sueño por alcanzar unas semifinales de la Copa y lo que venga, porque los sueños, al fin y al cabo, sueños son. Y como dijo un filósofo argentino "para que las cosas sucedan, primero hay que soñarlas".
Berizzo sabía mucho de sueños e hizo soñar al celtismo durante dos años fantásticos. Convenció a un equipo que había perdido casi todas las eliminatorias previas a doble partido de que era un equipo potente en este tipo de envites. Benítez es mucho más pragmático, y su discurso con acento madrileño no llega al corazón como el acento de la Córdoba argentina del Toto, pero algo de todo aquello ha quedado para siempre en el celtismo, que desde entonces sabe que hay que golpear la puerta lo suficiente para que se caiga de una vez por todas.
Puede que Berizzo sea un recuerdo lejano para el celtismo, pero su espíritu sigue estando presente. Algún día derribaremos esa puerta, y quien sabe si hoy daremos otro paso para acercarnos a ese momento.
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