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Foto: Miguel Riopa / Getty Images |
El pasado mes de agosto vio a Iago Aspas soplar 36 velas el día de su cumpleaños. El futbolista que una vez creímos eterno es humano, y esa humanidad le está haciendo perder aquellas condiciones que lo llevaron, no hace mucho, a ser uno de los mejores delanteros de Europa.
Para encontrar su último gol tenemos que irnos hasta el mes de marzo, cuando participó en la victoria del equipo celeste en Cornellà. Desde aquel día no ha vuelto a celebrar un tanto en partido oficial. Los problemas en la espalda lo lastraron en la recta final del pasado curso, y la caída de su nivel casi lleva de cabeza al Celta a Segunda División. Se salvó en la última jornada con un doblete de Gabri Veiga.
Pero al porriñés no lo queríamos vender, pero nos lo querían comprar, así que acabó fuera del equipo, mientras que el Celta celebraba un superávit de 30 millones de euros en el mercado de fichajes. Sin Gabri, y con Iago Aspas ya en plena forma, el Celta se aferró a la figura de Rafa Benítez para pasar un año más en Primera División, mientras atendían a sus negocios.
Pero Iago Aspas ya no es suficiente. Y lo peor de todo es que sigue siendo imprescindible. Al moañés le afean los números, acostumbrados como estamos a su facilidad para encontrar portería, pero sigue siendo uno de los jugadores más destacados del equipo, y para bien o para mal, su presencia es determinante en este Celta.
El Celta lleva años planificando muy mal sus plantillas, confiando en que Iago Aspas obre el enésimo milagro para evitar caer en Segunda División. Son tantas temporadas descompensando el equipo año a año, sin consecuencias a nivel deportivo, que llega un momento en el que en Príncipe pensaron que todo daba igual, que Aspas nos salvará una vez más.
Y esa es nuestra esperanza. A pesar de que arrastra la peor crisis goleadora de su carrera, sigue siendo imprescindible para el equipo. Ante el Real Madrid fue sustituido fue sustituido en el 67 con empate a cero, finalizando el partido con derrota tras el gol de Bellingham. Algo así sucedió también frente al Barcelona. El moañés se fue al banquillo con 0-2 para los celestes. No hace falta recordar como terminó aquello. Ante el Alavés fue retirado del terreno de juego en el minuto 52 con victoria parcial de los célticos y tuvo que ver desde el banquillo como empataban los vitorianos, que por cierto no ganaron de verdadero milagro.
El pasado sábado se marchó del campo con un ajustado 0-1. El Celta tenía uno menos pero estaba vivo en el partido, dando la cara y creando alguna ocasión para el empate. Era una empresa complicada, pero tras retirarse del terreno de juego se volvió imposible. El Celta se cayó por completo y acabó perdiendo 0-3. Y pudo ser peor.
Hay alguna excepción a esto que comentamos. En Las Palmas no fue titular, saltó al terreno de juego con victoria celeste (0-1), y vio desde el campo como el conjunto canario remontaba el partido, pero en general sigue dando la sensación, y esto es algo que vivimos desde hace años, que su ausencia convierte al Celta en un equipo favorito a descender. No es algo nuevo de este año, lo vimos en la Temporada 2018-19, cuando una lesión que le mantuvo fuera de los terrenos de juego durante tres meses casi envía al Celta a Segunda División. Tuvo que volver y salvarnos con actuaciones inhumanas, empezando por el inolvidable partido ante el Villarreal que marcó el inicio de “A nosa reconquista”.
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