El Celta apostó el pasado verano por Jørgen Strand Larsen. Un joven delantero noruego, que coincidió en las categorías inferiores de la selección de su país con un tal Earling Haaland, y que había destacado en la Eredivisie, destapándose como uno de los goleadores más importantes de la competición.
La apuesta no fue apocada: 12 millones de euros pagó el club celeste por un futbolista que no dejaba de ser una incógnita por su juventud y su inexperiencia en una de las grandes ligas del continente. Llegó sobre la bocina del mercado de verano, y debutó ante el Cádiz, en una noche en la que su entrada al campo cambió por completo al equipo.
Sergio González, técnico del Cádiz, reconoció al final del encuentro que sus jugadores se habían asustado por su imponente figura y su altura. Suena entre tierno y cómico tratándose de futbolistas profesionales, pero lo cierto es que, fuese lo que fuese, su entrada al campo cambió por completo el rumbo de aquel encuentro.
El celtismo se frotaba las manos pensando que había encontrado a un mirlo blanco, y los siguientes partidos confirmaron sus augurios por su buen rendimiento, hasta que alguien reparó en que ese delantero nórdico, que estaba enamorando a la afición celeste, todavía no había conseguido marcar un gol. Y entonces llegó la preocupación. Y entonces la gente empezó a fijarse en sus imperfecciones, que cada fin de semana eran más notorias.
Acabó la temporada con 5 goles en 35 partidos, contando la Copa del Rey, donde anotó un único gol ante el Algar, un equipo de sexta categoría. No fueron buenos números, a pesar de que las sensaciones, en líneas generales, no eran malas. Pero le falta gol, algo que todos esperamos que pueda corregir con la experiencia de los partidos.
Y ojalá sea este año. Al menos no ha tenido un mal verano. Le marcó un hat-trick al Al Nassr, y ayer volvió a mojar ante el Compostela, y pudo haber anotado otro triplete, de no ser por dos buenas intervenciones del Pato Guillén, el veterano guardameta uruguayo del Compostela. Ahora tiene que trasladar ese olfato goleador a LaLiga, que empieza en tan solo cuatro días. Ese tiene que ser el punto de partido para el despegue goleador de un delantero que tiene tantas virtudes que duele que su defecto sea la falta de gol. Al menos de momento.
Con Iago Aspas soplando 36 velas hace unos días, el Celta tiene que encontrar un recambio a futuro para los goles que marca el moañés desde tiempos inmemoriales. Durante años el club celeste ha vivido exclusivamente de su inspiración, y cuando esta se vaya espaciando en el tiempo tienen que aparecer otros jugadores para suplirle. Uno de ellos tiene que ser el gigantón que asustó a los jugadores del Cádiz.
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