El clavo ardiendo


Foto: Octavio Passos / Getty Images

Del partido de ayer no hay muchas cosas que se puedan salvar. El Celta fue claramente inferior a un Osasuna mucho más trabajado, con años de bagaje con una plantilla muy similar. Todos los jugadores saben lo que tienen que hacer y cómo tienen que hacerlo. No fue un arranque nada sencillo para el proyecto de Benítez, que dejó ver sus costuras, la principal la endeblez de una plantilla que sufrió para mantenerse el curso pasado y que no se ha reforzado, al menos de momento, debidamente. 

Pero entre todas las sombras que va dejando el segundo proyecto de Luís Campos, una luz iluminó Balaídos, aunque no fuese suficiente para que pudiésemos ver el camino de la victoria. Jonathan Bamba dejó detalles más que interesantes. Le falta adaptarse a sus compañeros, a la competición, que es ligeramente distinta a la francesa, y romper a rendir como se espera de un futbolista de su prestigio y caché. 

La inversión realizada por el Celta en él, no en el coste del traspaso, pero sí en el salario y en la prima de fichaje, tiene que dar sus frutos en breve, y lo hará.  Es ese hilo de esperanza al que se agarra la afición después del desesperanzador debut. Ese halo de fe, incluso para los que, gracias a dios, somos ateos, como diría Luis Buñuel.  Es el clavo ardiendo al que agarrarse para imaginar una temporada distinta a las anteriores,  y que en el peor de los casos tenga el mismo final, para que el próximo verano volvamos a juntarnos todos en esa sala imaginaria en la que todos nos volveremos a ilusionar pensando que, esta vez sí, el club va a pensar más en el fútbol que en el ladrillo.  




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