30 años sin Quinocho


El jueves 20 de octubre de 1988 a las 18:30 de la tarde, dos encapuchados entraron en la sede del Real Club Celta, en el estadio de Balaídos, mientras el gerente del club y antiguo jugador, Joaquín Fernández Santomé, Quinocho, se encontraba preparando el desplazamiento que el Celta tenía que efectuar a San Sebastián. En las oficinas de la entidad casi desiertas no hay más dinero que las ridículas ciento y pico mil pesetas que se van a llevar los expedicionarios para sus gastos y el gerente, ayudado por Ángeles Santos, prepara los últimos detalles mientras Pilar y Dolores Comesaña se ocupan de las últimas tareas del día.

Quinocho era de una honestidad sin límites. Se inició en el fútbol en el equipo juvenil de su barrio, el Casablanca. Jugaba de extremo por las dos bandas. A los 19 años, Yayo, entonces entrenador del Celta, le convirtió en defensa derecho, demarcación de la que ya no se movería.
Estuvo cedido durante tres meses al Racing de Ferrol, pero tras ese corto periodo de tiempo, fue reclamado por el club vigués. Donde jugó durante 10 exitosas temporadas.

En 1962 quedó en libertad y fichó por el Castellón. Permaneció en él, primero como jugador y luego como secretario técnico, hasta que en 1974 el entonces presidente céltico, Antonio Vázquez, le propuso hacerse cargo de la gerencia del club. Quinocho, vigués y celtista, no lo pensó dos veces y aceptó.

Era querido y respetado por los jugadores, técnicos, directivos y empleados del club, adorado por el mundo del fútbol que veía en él un hombre honesto, comprensivo y con una sólida preparación. A las 19:30 de aquel 20 de octubre, una ambulancia cruzaba a toda velocidad haciendo sonar su sirena, por las calles de Vigo, dirección clínica Povisa. En ella se llevaban a Quinocho herido de muerte.


El gerente, casado y de 55 años, mantenía una conversación con Berta Vales, su homónima en el Deportivo de A Coruña, cuando dos hombres jóvenes con el rostro cubierto con un pasamontañas entraron en las oficinas del club, armado uno de ellos con un cuchillo y el otro con un revólver. Tras saltar el mostrador y apoderarse del dinero, uno de los asaltantes efectuó un par de disparos que se incrustaron en una mesa. Después vino la tragedia.

Las tres mujeres vieron horrorizadas como Quino se ponía a discutir con los dos criminales a los que esperaba un tercero motorizado en la puerta del estadio. El gerente, presa de la ira lanzó un cenicero sobre uno de ellos y nada más hacerlo, recibió una cuchillada asesina que le quitó la vida de modo casi instantáneo. Sus últimas palabras fueron para Ángeles: "Cógeme Angelines, cógeme que muero". Ingresó cadáver en la clínica Povisa y el director médico del centro, el doctor Francisco Peralta, sólo pudo certificar su fallecimiento. Genaro Borrás, médico del club que presenció la autopsia certificó que la cuchillada le partiera en dos la pulmonar y la aorta. Quinocho murió prácticamente en 2 minutos y el universo futbolístico se vestía de luto para llorar la pérdida de uno de sus más ilustres y queridos miembros. El encuentro contra la Real Sociedad fue suspendido en señal de duelo.

Joaquín Santomé recibió sepultura en el cementerio de Pereiró y fue acompañado a su última morada por una auténtica multitud, mientras la Policía identificaba en 48 horas a sus asesinos. Estos fueron encontrados en posesión de las armas que le dieron muerte. Detenidos, convictos y confesos fueron más tarde condenados a prisión por el hecho. La vida en el Celta tardó mucho tiempo en regularizarse y las tres mujeres que contemplaron aterrorizadas el sanguinario suceso no lo podrán olvidar nunca.

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