Foto: César Quian |
Iago Aspas fue pitado a su llegada a Riazor, pero el fútbol le reconcilió con el estadio de su eterno enemigo. El moañés fue el mejor de la selección, y puso en pie al estadio coruñés con su gol, y sus constantes llegadas al área contrario. Pudo incluso materializar un segundo gol, pero envió el balón al palo tras superar con elegancia al meta rival.
Al canterano ya lo conocíamos, pero el partido ante Venezuela destapó una conexión tan sorprendente como necesaria para la selección y para el fútbol gallego: Iago Aspas y Lucas Pérez. El entendimiento entre ambos fue perfecto, y juntos volvieron loca a la zaga caribeña.
Ambos figuran entre los mejores jugadores de Celta y Deportivo, pero por su carácter y el amor que han demostrado hacia sus colores, son los auténticos ídolos de sus respectivas aficiones. Por eso, este abrazo, el que se dieron tras el gol de Aspas, es mucho más que eso. Es la demostración de que los colores y la rivalidad tienen su momento, y no deben salir de ahí.
El abrazo entre ambos fue el sentir general de toda Galicia con respecto a su selección. Decía alguien ayer que la selección gallega no había podido ganar, pero Galicia sí. La selección ha regalado autoestima a los gallegos. Tenemos un auténtico equipazo, y una selección gallega daría mucha guerra en la próxima Eurocopa y en un mundial. Fue el abrazo de las dos Galicias, de esas que conviven odiándose todo el año, y que necesitan juntarse para mostrar toda su fortaleza.
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