El Celta escenificó el pasado domingo sus desavenencias con la directiva del Fútbol Club Barcelona viendo el partido en una zona cercana a la Tribuna, pero no el palco junto a Bertomeu y sus directivos. Fue su forma de protesta por las diversas diferencias que han tenido ambas directivas en los últimos meses, según explica Rafa Valero en Marca.
El periodista vigués confirma que el fichaje de Anwar Mediero fue la chispa que hizo prender el conflicto entre ambos clubes. El Celta solicitó expresamente al club catalán que no le llevase al jugador etíope, aunque con residencia en Vigo desde su más tierna niñez, petición que desoyeron los azulgrana, llevándose al jugador en verano, incluso a sabiendas de que no podría jugar hasta el mes de enero debido a la sanción que pesaba sobre el club catalán y le impedía inscribir jugadores en ese mercado de fichajes.
Ese fue el inicio, y no ayudó la actitud del Barcelona en el caso Nolito. Carlos Mouriño se comprometió públicamente a no traspasar al andaluz por una cantidad inferior a la que marcaba su cláusula de rescisión. Los culés no disponían de liquidez suficiente para acometer su contratación e intentaron ficharlo con cláusulas imaginativas en las que el Celta debía ceder, y mucho, para favorecer los intereses del club catalán. El club olívico no se plegó a los deseos de los catalanes, lo que tampoco gustó en el seno del Barcelona.
La situación que describe Valero se resume en la siguiente frase: “Si nos llaman, les cogemos el teléfono. Nada más”, respuesta del club para definir la situación actual de las relaciones entre ambos clubes, otrora inmejorables.
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