La Generación X tuvo su día grande aquel 20 de abril en el Vicente Calderón, y la generación Y lo tuvo 7 años después en Sevilla. Cierto que no hubo que quedarse a la recogida de trofeos, pero volamos con los nuestros, vestidos de celeste, en busca de un cielo de un color tan natural que parecemos hechos para estar allí.
No nos acordamos de la Generación Z, esa que nació pegada a internet, esa para quien las redes sociales siempre han estado ahí, y para quien Carlos Mouriño es el eterno Presidente. El único que seguramente recuerdan. El auténtico. A partir de él todos serán comparados, y seguramente pierdan en dicha comparación. Esa generación que vio al Celta en Segunda División. Esa generación que se enamoró del Celta viendo en Balaídos al Poli Ejido, al Sabadell, al Real Unión. Que vibró remontando ante el Xerez, que se enamoró de Natxo Insa y sus goles salvadores.
Esa generación que un día creyó que era normal tener a quince canteranos en el primer equipo. Esa generación que hoy sabe a qué se debía. Esa generación para la que todo va tan rápido que los partidos duran solo media hora. Esa generación enganchadas a los likes, me gusta. A los positivos en los comentarios. Esa generación que no ha visto al Celta más allá de los cuartos de final de la Copa.
Sé que vosotros, jugadores, lo haréis por vuestro futuro profesional, y también por todo el celtismo en general. Pero tened en cuenta hoy, cuando estéis sobre el campo, que hay una generación que jamás se ha ilusionado como ahora. Que llevan dentro un gen ganador. Hacedlo por ellos. Se merecen un recuerdo imborrable que ate para siempre su infancia y su adolescencia al celtismo. Que comprima en una sonrisa su memoria cuando piensen en su Celta.
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