Noventa minutos separan al Celta de la gloria, o de acercarse a ella. La barrera de los cuartos de final es un tope que no ha logrado rebasar desde el año 2011. En 2004 cayó ante el Alavés, y en 2010 lo hizo frente al Atético de Madrid, con aquel resbalón de Noguerol que facilitó el gol de Forlán. Luego hubo otras acciones polémicas en las que el árbitro, diosa fortuna, se equivocó a favor del equipo de Primera División.
Seis años después, el Celta está en disposición de reverdecer viejos laureles y optar al umbral de su cuarta final de Copa, quinta si contamos la del difunto Vigo Sporting en 1908. Seguramente otros muchos pensarán que unas semifinales de Copa no son para tanto, pero sí lo son. Hablamos de un equipo que casi cae al abismo, maltratado por el estallido de la burbuja financiera en el fútbol. Vivió su peor época, y resurgió hasta llegar aquí, plantando cara a uno de los mejores equipos de Europa.
El partido de ida demostró el carácter ganador de unos futbolistas, que a pesar de la ausencia de Nolito, y de la marcha de Augusto, que para más inri ha reforzado al rival en esta ronda, se ha sabido sobreponer llegando al partido de vuelta con vida, y muchas opciones si es capaz de dar lo mejor de sí mismo en el Vicente Calderón. Ha levantado expectación e ilusión a partes iguales entre su afición, y no se rendirá hasta que Mateu Lahoz señale el camino de los vestuarios. Ojalá entre el júbilo de los celestes.
La gloria está ahí. A un paso. Pero ahí que darlo. Y nosotros queremos vivirlo y festejarlo. Como si fuese la primera vez.
0 comments:
Publicar un comentario