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Foto: EFE |
Si alguien tuviese una máquina del tiempo que le permitiese viajar de forma inmediata desde el Celta - Las Palmas, hasta el partido de cuartos ante el Atlético en el Calderón, a buen seguro que hubiese pensado que no solo había avanzado en el tiempo, sino probablemente había sido enviado a un universo paralelo, en el que el jugador del Celta que porta el número 8 no es el mismo que el que dejó en Balaídos ahogado entre los silbidos de su propia afición.
Aquel día, un sector lo suficientemente amplio como para provocar la reacción del club, se cebó de forma injusta con un futbolista cuyo principal defecto es el de haber sido una petición expresa del entrenador. Tras aquella semana dura, Berizzo aseguró que convertiría aquellos silbidos en aplausos. Y lo fue logrando poco a poco, hasta alcanzar la ovación en el último encuentro en el que fue sustituido.
A estas alturas, pocos ponen en duda la valía del Tucu. Lo que no esperábamos es verlo disfrazado de héroe, con dos goles en un campo tan difícil como el Vicente Calderón, que sirven para dar el pase a las semifinales de Copa quince años después. Dos tantos de cabeza, una de sus especialidades, que no deben esconder el gran partido que fabricó a fuego lento, como él suele hacer.
Transformar aquellos silbidos en aplausos tiene un mérito extraordinario, como lo tiene lo que ha hecho esta noche. Pero claro, algo hay en el Vicente Calderón que impulsa a un futbolista que ha marcado 5 goles con la camiseta del Celta en 56 partidos, y 3 de ellos han sido en el Vicente Calderón.
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