M MORALEJO |
Es lícito quedarse con el 7 de 9, la imbatibilidad y la envidiable posición en la tabla. Pero lo cierto es que este Celta no termina de funcionar. Tercera jornada, cierto, pero con algunos síntomas que invitan a la preocupación. Ayer dejó escapar un partido que nunca debió terminar sin una victoria local. Un encuentro que pintaba plácido a los veinte minutos con la expulsión de Javi Varas y que acabó desnudando todos los defectos de un conjunto con notable margen de mejora.
Un equipo de Paco Herrera, en inferioridad numérica desde prácticamente el inicio, rascó un 3-3 de Balaídos y a nada estuvo de llevarse el triunfo. Habla a las claras de lo que fue el partido. Resulta imposible no recordar lo sucedido cuando era el Celta de Herrera el que sufría una expulsión. A Las Palmas, al igual que a Levante y Rayo en ciertos momentos, no le lastimó el castigo en exceso. Sobrevivió ante la incapacidad celeste de poner freno al encuentro y encontró las facilidades defensivas que sus predecesores no lograron. Los locales se vieron ganadores, líderes, y bajaron el pie del acelerador. Sólo apretaron cuando el marcador se acortaba. Pero al final no fue suficiente. Araújo en solitario regaló un baño de realidad. Sin intensidad, no hay paraíso.
Pero más allá de la relajación, surge un problema táctico. Un inconveniente que trasciende ya a la figura de Pablo Hernández, el gran señalado. Con el Tucu en el verde falta ritmo y velocidad. Sin él, el aprieto llega a partir del desorden. Con Guidetti en el campo y el chileno en el banco, el Celta derivó hacia un 4-2-4 que convirtió el partido en un corre-calles donde el fútbol estaba en las áreas, no en la medular. Cierto que no fue el mejor día ni de Augusto ni de Wass, pero la sensación de que el equipo se parte con dos delanteros no se puede negar. Quizás haya que mirar hacia los despachos. Se descartó incorporar al sustituto de Krohn-Dehli confiando en el Tucu. De momento sigue sin dar el nivel. Se trajo a Guidetti y a Aspas, dos delanteros de peso, cuando Berizzo recela de un esquema que los incluya a ambos por razones como las que se vieron ayer en Balaídos.
Por otra parte, pedirle soluciones al Toto durante el partido es tarea complicada. Su inoperancia es tal que ayer no logró ver la necesidad de un pivote que relajase el encuentro con el 3-2. Hizo los cambios de siempre igual de tarde que siempre. Incluso le sobró uno. No atisbó un problema evidente que exige una solución rápida. Radoja puede ser esa pieza que, a falta de ese mediocentro que nunca llegó, ajuste un centro del campo que con el Tucu no carbura y sin él se desordena. En una semana de tres partidos, donde presumiblemente habrá rotaciones, el serbio puede tener su oportunidad.
Al margen de la última actuación, 7 de 9 es un bagaje para avanzar con tranquilidad en la competición. No es necesario el alarmismo, pero sí aceptar la realidad. Las victorias no pueden esconder los problemas que han llevado al Celta a un inicio de temporada rico en puntos, pero austero en juego. Parece mentira, pero puede que el equipo necesite una prueba de nivel ante un rival sin el lastre de una expulsión. Las tres rojas lo han distorsionado todo. Las dos próximas jornadas, con Sevilla y Barcelona en el horizonte, confirmarán o desterrarán los presagios.
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