Santi Mina y el caloret


Foto: Marca
Lo primero sería asumir que no tenemos nada que reprochar a Santi Mina. Se crió aquí, se formó en A Madroa, fue dando sus pasitos, alguno en forma de enorme zancada, hasta llegar al primer equipo. Aportó lo que aportó, y se fue dejando en la caja del Celta diez millones de euros que servirán para poner el contador a cero y fortalecer al equipo. Hizo lo que muchos otros harían y no se le cuestiona. Se equivoca Mina si cree que el celtismo le reprocha que se haya ido al Valencia.

No ha aprendido nada si cree que se trata de eso. De hecho, la opinión de la afición hacia el canterano se ha devaluado notablemente a cada entrevista que se iba publicando. Desde la huida de Vigo, sin mediar despedida, hasta las entrevistas publicadas ayer. Duele leerlas. No era necesario ser tan gráfico, pero es algo frecuente lo de restar importancia a lo nuestro para magnificar  lo de fuera. Como aquel Roberto Lago señalando a los centros comerciales de Getafe como factor diferencial entre la vida de un gallego y la de un getafense.  Así somos, y Santi Mina no es más que un ejemplo de ello. 

Cuando Mendes entró en nuestras vidas, ya debimos intuir que esto podía terminar pasando, pero muchos tratábamos de negar una evidencia que no se pretendía ocultar. Uno no espera que Mina se vaya antes de cumplir la veintena. Sabemos, porque no somos tontos, que se irá, que no hará una carrera en Vigo a lo Matt Letissier, pero tampoco esperábamos esa prisa. Las últimas entrevistas sirven para imaginarnos a Santi Mina buscando como un loco un avión con el que ir hasta Valencia en el momento de enterarse de su fichaje. Visualizamos su figura recorriendo Peinador en busca de la puerta de embarque para Valencia. Como si no hubiese mañana. 

Pero hay mañana, y pasado. Y también hoy. Algún día la calma reinará en la vida de Santi Mina y sabrá marcar los tiempos de forma correcta. Las formas siguen siendo importantes. Al menos para mí. Acepto sin rechistar que Mina fiche por el Valencia, como si lo hubiese hecho por el Sevilla o por el Mónaco, pero me hubiese gustado que el tiempo que empleó en  buscar con desesperación ese avión lo hubiese dedicado a despedirse del celtismo. Tal vez en el futuro tenga oportunidad de actuar correctamente, cuando esté mejor asesorado y el caloret no le impida pensar. “No sé si me acostumbraré al calor”, cierra la entrevista en Marca. Valencia no es Vigo, asesta el redactor. Mina deja Siberia, le faltó decir. 

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