Crecer junto a Iago Aspas


Fue un 6 de junio de 2009 cuando Iago Aspas apareció en la vida de la mayoría de los celtistas. Para la gran mayoría no era más que un jugador del filial, prometedor, de futuro. Poco más. Se había pasado toda la temporada viendo como sus compañeros iban ascendiendo al primer equipo mientras él esperaba su oportunidad. Y llegó. Aspas calentaba con Joselu confiando en tener su oportunidad y el gesto de Eusebio llamándolo llenó de incertidumbre al celtismo. 

En juego estaba la permanencia en Segunda División, que no es poca cosa, especialmente con un club al borde de la quiebra técnica. Perder aquel partido hubiese supuesto un empujón casi definitivo hacia el descenso, al abismo de la desaparición. Pero allí estaba aquel chico con el 28 a la espalda que nunca había jugado en Balaídos ante su afición. Apareció, y lo hizo por partida doble para salvar al Celta de una muerte casi segura. 

Aquel 6 de junio de 2009, Iago Aspas quedó par siempre en los corazones de los celtistas. Fue el principio de una obra culminada cuatro años después con un regate imposible a Colotto y una asistencia para que Natxo Insa marcase el gol de la permanencia. Ahora en Primera División. Cuatro años de pura magia que dejó al celtismo innumerables recuerdos. 

Sus goles salvadores, sus enfados, sus arrebatos, los goles que acercaron al Celta al ascenso, que lo asentaron en Primera en su regreso. Nunca antes había rugido Balaídos como lo hacía cuando el de Moaña tenía el balón en sus pies. Cuando se marchó a Liverpool todos sabíamos que, antes o después, volvería. No pensábamos que sería tan pronto, pero aquí está. Aspas regresa al Celta, y lo hace con la mochila cargada de experiencias que podrá aplicar en Vigo. 

No ha perdido un ápice de calidad, ni su carácter díscolo. Es el mismo Iago Aspas que nos enloquece. Es el mismo que aquel chico que calentaba por la banda hace seis años y seis días. El mismo que hará crecer al Celta. Crecemos juntos. Esta es tu casa. Bienvenido Iago. 

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