Una tirita sobre la herida


ADRIÁN IRAGO

Diez jornadas después terminó el maleficio del Camp Nou. El Celta recuperó el sabor perdido de la victoria siendo fiel a su idiosincrasia sufridora que transformó un choque que debió ser cómodo en un final de infarto para los corazones locales.  La inaptitud de Teixeira sonrió esta vez a los celestes. Ya tocaba. Los de Berizzo detienen la hemorragia y dan aire a su cuestionado entrenador, quien parece haberse ganado el derecho de viajar a San Sebastián. 

El argentino se la jugaba y decidió morir matando. Le honra la valentía en un choque en el que tenía mucho más que perder en relación a lo que podía ganar. Salió con Augusto Fernández como pivote defensivo, Krohn-Dehli al mando de las operaciones y toda la artillería por delante. Lo cierto es que el experimento funcionó. Augusto ofreció un rédito espectacular en defensa, además de aportar criterio al balón. Su compañero danés recuperó su mejor versión y dirigió con maestría un ataque que dañaba continuamente al Córdoba. Nolito, Orellana y especialmente Santi Mina generaron numerosas acciones de peligro durante la brillante primera media hora. Maniataron por completo a un equipo que venía de enseñar los dientes a todo un Real Madrid. Solamente la perenne falta de puntería negó el merecido premio a la osada apuesta celeste.

Hubo fútbol sin gol y gol sin fútbol. Al poco de la reanudación, Nolito encontró el camino de la red y ahí se acabó el Celta. Quizás fruto del esfuerzo previo, quizás víctimas del nerviosismo y la falta de confianza, los vigueses se empequeñecieron e hicieron grande a un rival de menor tamaño. El Córdoba, que apenas había cruzado el centro del campo en la primera mitad, pasó a dominar la escena ante un Celta que decidió fiarlo todo al lento pasar del reloj. Una vez más, a Berizzo le faltó acierto en la gestión del banquillo. Cierto que el partido demandaba un Radoja en la contención y un Álex López en la conservación del balón. Sin embargo, ambas entradas restaron potencial ofensivo con las salidas de Santi Mina y Orellana. Los exhaustos Augusto y Krohn-Dehli hubieran sido una mejor sustitución, pero se prefirió mantener la renta exigua en lugar de ampliar la ventaja. La valentía inicial se convirtió en miedo, el del que lleva 10 jornadas sin ganar y ve peligrar el puesto. Entendible, pero erróneo.

Balaídos sufrió como nunca para guardar el resultado. Hubo que asistir nuevamente al espectáculo del mayor de los Teixeira, un árbitro que al igual que su hermano encontraría correspondencia a su nivel en una liga bastante menor. Penalti o no, Planas asume un riesgo innecesario en una zona prohibida. Pudo haber salido muy caro y hubiera rozado el surrealismo.

Sea como fuera, victoria y pesadilla finiquitada. La pregunta ahora es: ¿debe continuar Berizzo? La sensación personal es que se le puede sacar mucho más rendimiento a este equipo y que el triunfo de ayer es más un alivio que una verdadera alegría. Ciertos defectos continúan ahí y no parecen tener visos de corregirse. El Celta es netamente superior al Córdoba como para terminar dependiendo del silbato de Teixeira. La de ayer fue la repetición de una película ya vista muchas veces. Los vigueses parecen no tener término medio. Mezclan fases de partido brillantísimas con otras muy oscuras. Su dependencia del estado físico es tal que cuando el reloj alcanza la hora de partido su vulnerabilidad defensiva sale a la luz. Le falta puntería al inicio y le sobran minutos al final. Y carece de un técnico que sepa disimular esos bajones a través del banquillo. Nadie le niega voluntad, compromiso y amor al club, pero la Primera División requiere algo más. Lo de anoche ha sido una tirita sobre la herida, pero veremos si el corte continúa o no sangrando.


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