Bermejo recibe un cariñoso saludo de sus excompañeros


Foto: Jorge Landín 
Últimos retoques cosméticos a Balaídos ante la mirada atenta del presidente. Carlos Mouriño presencia el primer entrenamiento de los celestes en el estadio vigués a las órdenes de Berizzo. Junto a él, su hijo. Poco a poco se irán incorporando más miembros del consejo de administración: Antonio Rosendo, Ricardo Barros y Carmen Avendaño. También el director deportivo, Miguel Torrecilla. Todos reparten su atención entre los ejercicios que realiza la plantilla y la sustitución de las últimas sillas que aún quedaban por renovar en la grada de Río. Ahí luce sombreado el "R.C.Celta"; en Marcador, "1923"; sobre Gol, un triskel céltico.

De repente entra en el campo Mario Bermejo. Ya no vestido de corto, sino con la ropa civil de trabajador de la dirección deportiva. El cántabro no se ha dejado ver en esta pretemporada. Se amolda al segundo plano que le corresponde, ya retirado. Se sitúa junto al presidente y juntos comentan el entrenamiento. Al concluir, muchos de los excompañeros lo saludan de forma efusiva. Bermejo conserva esa ascendencia que en el vestuario trascendía lo que aportaba dentro del campo, una autoridad moral que se cuenta entre las razones que animaron al Celta a proponerle ese puesto en los despachos.

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