Foto: David Ramos |
Se va Jonathan Vila, a quien Jacobo Buceta, periodista de Radio Vigo, apodaba cariñosamente "El Tigre de Budiño". No, Jonathan Vila nunca fue un tigre ni lo pretendió ser, pero sí fue de Budiño, como aquellas declaraciones en las que Toni lo defendió deslizando que su procedencia provocaba cierto menosprecio hacia su juego.
Para Vila nunca fue fácil. Llegó al Celta con apenas 14 años, y terminó su formación como futbolista hasta llegar al primer equipo en la Temporada 2006-07, de la mano de Fernando Vázquez, que tal vez le hizo un flaco favor cuando lo comparó con Borja Oubiña. Vila no era Oubiña, ni mucho menos, pero era un mediocentro aceptable con cierto futuro en el equipo si lograba adaptar su juego al de la categoría. Lástima que para entonces el Celta bajó a Segunda División, aunque eso, en cierto modo, le abrió la puerta a cierto protagonismo del que no gozaría en Primera División.
A lo largo de su trayectoria con el Celta las lesiones jugaron un papel importante, cortando su ritmo cuando atravesaba sus mejores momentos. Luego, le costaba recuperar, es un futbolista diésel, que necesita una serie de partidos consecutivos para alcanzar su mejor nivel. Y le costó, le faltó tener esa continuidad que todo futbolista necesita para convencer. Y cuando la tuvo fue como defensa central, donde sufría mucho. Sus características no invitaban a pensar que podría ser un buen zaguero, aunque Herrera se afanó en ello y trabajó duro para lograrlo.
La Temporada 2010-11 fue la mejor en el aspecto personal, al menos en cuanto a tener esa necesaria continuidad. Paco Herrera apostó fuerte por él. Lo vio en pretemporada y pensó que podía sacar un buen defensa. Le dio minutos y aunque respondió al principio, pronto se vieron ciertas carencias, en cuanto a contundencia, velocidad. Pero así llegó a Primera con el Celta, y vivió su momento de gloria con un gran marcaje a Messi en el Camp Nou.
El argentino había sido padre durante la semana previa al partido, por lo que estaba preparado para marcar un gol, era algo que hacía con frecuencia, y dedicárselo a su vástago recién nacido. Herrera salió con las ideas claras, juntó mucho las líneas y solo faltaba la inspiración de los centrales para secar a las piezas más peligrosas de los catalanes. No se evitó la derrota, aunque la imagen fue buena y Messi acabó desquiciado con Vila, hasta el punto de llegar a agredirlo tras una nueva anticipación del Porriñés.
Vila era de Budiño y Messi de Rosario. Su juego no podría estar más alejado, pero aquel día el fútbol los unió. Vila no viviría muchos más días de gloria en el Celta, más bien de sufrimiento en la recta final del campeonato, pero su recuerdo perdurará en la memoria de los celtistas como un trabajador serio, concienzudo, al que el fútbol puso más trabas que facilidades. Se va, en cierto modo, por la puerta de atrás, de una forma tal vez injusta. Se va como celtista tras catorce años de servicio al club. Solo podemos tener palabras de agradecimiento.
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