Foto: Xoan Carlos Gil |
El Celta puso fin ayer a una temporada brillante con la que cierra además de manera impecable el 90 aniversario de su fundación. El noveno lugar en la Liga de las Estrellas no solo sitúa al equipo vigués entre los mejores, sino que lo emplaza en las coordenadas ideales para soñar con un futuro todavía más esperanzador.
Los números del conjunto céltico en la segunda vuelta dan lustre a una trayectoria ya de por sí grande. Los resultados, que colocan al grupo de Luis Enrique entre los cinco mejores de la Liga en el tramo decisivo del campeonato, no tienen discusión: 36 puntos en 19 jornadas. Con ellos habría rozado la clasificación para la Champions tras Barcelona, Atlético, Real Madrid y Athletic si el arranque hubiese sido similar. En todo caso, el acabar novenos, tocando con los dedos las posiciones europeas, dice mucho del empaque de un proyecto, el de Carlos Mouriño, que crece cada año, temporada a temporada.
La apuesta por Luis Enrique a comienzos de la campaña que ahora termina ha servido además de revulsivo en este tramo de la historia celeste. El crecimiento del equipo sobre el terreno de juego ha coincidido con el despuntar del trabajo del asturiano en los banquillos. También para él, el conjunto vigués ha servido de trampolín. Con sus éxitos en el Celta, el Barcelona no ha dejado pasar la oportunidad de repescarlo para afrontar la transición y armar un nuevo proyecto.
Y así llegamos a otro de los grandes méritos y valores del club vigués: la apuesta firme y decidida por la base, por cuidarla con esmero, por dar oportunidades a los que empiezan. De todo ello no hay mejor reflejo que la propia cantera. Premiada esta temporada hasta la excelencia, la "fábrica de A Madroa" se ha convertido otra vez en el mejor buque insignia de la entidad. Y ésta sí que ha sido y es una apuesta firme de su presidente que el resto de los estamentos del club no solo la han hecho posible, sino que la han sabido ejecutar con una eficacia impecable hasta encumbrarla como la mejor de la Liga. El premio especial que le ha otorgado el jurado nacional del fútbol español es todo un espaldarazo a un proyecto de club labrado con el esfuerzo y el trabajo de muchos años y de mucha gente: padres, jugadores, delegados de los equipos, fisios, plantel técnico y el resto del personal de A Madroa.
El Celta se ha erigido en el ejemplo a seguir no solo para otros equipos gallegos que atraviesan por dificultades y penurias de todo tipo, ni siquiera exclusivamente para el resto del fútbol nacional, sino para la sociedad en general. Porque los éxitos de ahora están cimentados sobre el rigor, la perseverancia y el esfuerzo, no sobre los atajos, la autosuficiencia o los oropeles del tres al cuarto. Su apuesta por la austeridad y eficacia en lo económico, en lo social y en lo deportivo es un espejo impagable para aquellos que quieran saber cómo salir del agujero en el que nos hemos metido.
Mouriño ha padecido como nadie el doloroso deambular por Segunda. Nadie como él sabe lo que es sufrir. Vivió el descenso a los infiernos y el largo lustro en Segunda. Algunas decisiones erradas y resultados contrarios lo convirtieron en una figura impopular. Pero nunca desfalleció, y con admirable capacidad de gestión y resistencia supo aguantar y superar las más adversas vicisitudes. Su gestión económica volteó la situación, conforme se avanzaba de forma exitosa en el proceso concursal. El ascenso de 2012 trasladó la bonanza a la cancha. Y ahora, con esos cimientos, el club emerge de nuevo, saneado como pocos.
El internacional y ex jugador del Barça Julio Salinas lo expresó gráficamente a FARO: "Se han visto los frutos y se ha demostrado que por ser pequeño no estás obligado a echar el cerrojo". Su aseveración es incontestable. Ha habido varios equipos revelación como el Atlético, el Athlétic, el Levante, pero pocos como el Celta han evolucionado tanto con tan bajo presupuesto y jugadores casi desconocidos hacia un estilo de juego que ha despertado elogios unánimes. En una liga como la española, con los presupuestos que hay, hacer este tipo de fútbol y encima sacar resultados no es fácil.
Es importante lo que se ha hecho y también cómo se ha hecho. Lo es el fondo, la esencia, y también en las maneras. Esa es otra de las grandes cosechas de esta travesía. La reconciliación con un celtismo más rejuvenecido que nunca -ahí está esa cifra récord de 23.850 abonados- y tan fiel al equipo como siempre. Junto al aprecio social general, dentro y fuera del fútbol, en Vigo, en Galicia y toda España, por haber sabido guardar las formas dentro del terreno de juego, los jugadores, y también fuera, sus directivos.
Se cierra, así pues, una temporada exitosa, en la que se ha cumplido con creces el objetivo marcado en su arranque. El equipo, lejos de conformarse con el deber cumplido, ha aprovechado el último tramo liguero para encaramarse en la élite y regalar a su afición los mejores destellos futbolísticos, que han tenido su colofón en la victoria incontestable ante el Real Madrid. Con estos cimientos y esos valores, este Celta rejuvenecido, referente del fútbol gallego en Primera, está llamado a dar muchas más alegrías a Galicia entera. Enhorabuena a todos los que han hecho posible el sueño.
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