Foto: Manuel Lorenzo |
«Son muy parecidas sus dos versiones. La intensidad que se le ve en los banquillos ya era algo similar como jugador. A mí me tocaron las dos cosas. Tenerlo como compañero era muy intenso y como entrenador, igual. Esa intensidad es lo que caracteriza a los equipos», comenta Cabral, que ya anuncia que la única manera de sorprender a los rojiblancos el sábado será a base de meterle intensidad a la contienda.
El Sargento, como apodaban a Cabral en Argentina, admite que fue duro dejar de verlo como un compañero «porque lo tienes al lado y vives el día a día, pero cuando eres entrenador tienes un límite y el jugador sabe que lo tiene que respetar mucho más. El Cholo como compañero ya era un entrenador dentro del terreno de juego, ya lo tenía en la cabeza». Era el 2006.
Coincidió aquella época con las mayores cotas internacionales del hoy céltico: campeón del mundo sub 20 con Argentina al lado de Leo Messi e internacional en un amistoso con la absoluta.
Dos años más tarde Simeone llegó a River y una de sus prioridades fue reclutar a Gustavo para el conjunto platense: «Fue el Cholo quien le dijo a River que me llamaran, y la verdad es que fui encantado porque River es un grande de Argentina, significa mucho allí, además sabía cómo entrenaba y cómo era él», recuerda. De la mano, los dos salieron campeones en el primer semestre (Torneo Apertura).
Desde el Río de la Plata no han vuelto a coincidir, pero el Cholo no ha olvidado al céltico. Cuando el Levante se fijo en él, su exentrenador le presentó como «un central con buena lectura de partido, con buen juego aéreo y con criterio». Aspectos que el que fuera su compañero y alumno admite sin pestañear: «Estoy de acuerdo. Por arriba me gusta ir siempre. También trato de ver el futbol, me gusta que mi defensa esté ordenada, cerrar a mis compañeros, y eso ha sido lo que ha dicho el Cholo», al que define a nivel personal como una persona tranquila y reservada, «nada que ver con el terreno de juego».
Sin relación
Desde entonces no han vuelto a coincidir y no mantienen contacto alguno, solo la cortesía cuando llegan a coincidir -«Nunca nos hemos vuelto a cruzar ni mantenemos el contacto, pero sí nos saludamos cuando coincidimos»-, pero el céltico tiene claro que todos los equipos del Cholo juegan igual y la respuesta de sus oponentes, en este caso el Celta, debe ser la misma: «Nosotros tenemos que seguir con la intensidad que estamos teniendo, tener la pelota porque mientras sea así ellos correrán y se desgastarán, pero nosotros tenemos que estar sumamente concentrados, porque todos sus equipos son muy agresivos».
Gustavo Cabral vive sus mejores días en Vigo. Por juego y por estadística, ya que solo se ha perdido la contienda con el Betis en todo lo que va de año. «Creo que estoy en mi mejor momento en Vigo, me siento cómodo, me siento bien y con confianza y creo que me están saliendo las cosas», comentó el futbolista.
Para él, es el premio al trabajo de dos años en el Celta: «Esto es día a día, no aparece ahora de repente, sino que viene desde que estoy aquí, trabajando y currando para que todo salga bien». Tal es su nivel de confianza, que en Elche apareció en ataque en el segundo palo para rematar un ataque celeste. «Me sorprendió la pelota porque tenía a muchos compañeros delante», recordó del balón que terminó enviando al lateral de la red.
Hasta entonces, si alguien ha tenido difícil asentarse en estas dos temporadas ha sido el central cedido por el Arsenal de Sarandí, siempre ha pagado los plato rotos. Sin embargo, ahora también se ha ganado las segundas oportunidades como el resto de sus compañeros. Sucedió dos semanas atrás, cuando después de ser relevado en el descanso de El Madrigal volvió a la titularidad ante el Getafe. «El míster está confianza en mí», resume.
Órdago al Atlético
Ahora espera continuar en el once ante el Atlético, en un partido en donde ganar a un grande se ha convertido en el nuevo reto del vestuario celeste: «A eso apuntamos. Necesitamos puntos y ahora queremos recuperar los puntos de Elche en casa y si puede ser de a tres, mucho mejor».
Xosé Ramón Castro / La Voz de Galicia
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