La Otra Crónica: agridulce insistencia


Foto: Jorge Landín
Toda la semana se había insistido, desde casa Celta, en tener los pies en el suelo. En rehuir la relajación y centrarse, por mucho que la racha del rival lo impidiese, en seguir jugando como si se tratase del último partido. Sin embargo lo que ocurrió ayer en el primer cuarto de hora marcaría definitivamente el sino de un encuentro que el Celta mereció llevarse pero que se le terminó acabando antes de conseguirlo. El Getafe, que no marcaba desde octubre fuera de casa, se adelantó pronto y lo siguiente fue un monólogo.

El gol visitante llegó casi sin querer. Y no porque Lafita, sobrado de talento, no quisiese. Sino porque el único error defensivo de la zaga celtista propició que un despeje sin aparente peligro tornase en gol. Hugo Mallo descuidando la marca y Cabral y Fontàs cegados a su espalda. Había salido el Lucho con Oubiña de nuevo en el pivote y lo cierto es que el capitán no tuvo su mejor tarde. Especialmente en lo físico: dos décimas de segundo le faltaban siempre para llegar a tiempo a todos los sitios. Fruto, una vez más, de su sobrecarga de partidos y de la ausencia de un sustituto con todas las de la ley.

Pero no sería justo cargar en Oubiña para dilucidar por qué en esos minutos el Celta no estaba. La intensidad bajó un punto y las decisiones eran carentes de sentido. El balón era celeste porque los de rojo no lo querían. Y ante esa espera los de Balaídos se sintieron atenazados. Solamente el gol despertó a los vigueses de un letargo que no podía extenderse más. Clos Gómez tampoco ayudó con un rasero para mostrar amarillas que acabó fagocitando su propia actuación arbitral. Amonestó tanto que al borde del descanso deberían haberse sucedido un par de expulsados, pero las agallas se quedaron en el bolsillo de su camiseta.

Se llegó entonces a la segunda parte y Luis García decidió que tener a medio equipo con tarjeta no era suficiente para guardar la ropa. Buen plan para un Celta que ya se desató: la expulsión de Lisandro fue consecución lógica de lo que el partido demandaba y Charles fue el más listo. A partir de ahí era cuestión de un tiempo que se acabaría agotando más pronto que tarde.

Luis Enrique, sabedor del cúmulo de circunstancias que el partido había sufrido, retiró a Oubiña por Krohn-Dehli. Poco había ya que defender y mucho que ganar. Y apenas un balón tocó el danés para denotar el cambio que el equipo necesitaba: primer pase entre líneas que rompía la primera línea de presión del Getafe y Rafinha. El joven hispano-brasileño, vigués de corazón, avanzó con zurda de oro y se atrevió al lanzamiento nada más pisar área. El premio que buscaba el Celta estaba más cerca con mucho tiempo por delante.


Krohn-Dehli se hizo amo y señor y al Getafe le valía el empate. Mediocre aspiración para un equipo claramente construido para cotas más altas. Pero el fútbol es así y a pesar de refugiarse en la defensa con poca eficiencia, el equipo madrileño sobrevivió a las acometidas de los celestes. Nolito engrosó su cuenta corriente de postes y largueros, Álex López la tuvo y el partido agonizó. Reacción tardía y un partido que se acababa antes de lo que todos hubiéramos querido. Un punto, por el contrario, que es valioso por muy agridulce que parezca. El Celta sigue sin perder y la intentona no se niega. Ambición no falta y no se deja de crecer. ¿Cuántos hubieran suspirado por 30 puntos a estas alturas?

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