La Otra Crónica: Orgullo


Foto: marca.com
El Celta hizo honor en la tarde de ayer al himno que con tanta alegría interpretó hace un puñado de años la mítica formación de música tradicional A Roda. Ante un rival que no sólo está mucho mejor preparado si no que cuenta anualmente con un presupuesto más de diez veces superior al celeste. En el campo, pese a todo, no se vieron diferencias evidentes más allá de la falta de pegada.

Y por eso la sensación es más agria que nunca, porque del orgullo y las buenas palabras no se vive en esta clasificación que lo devora todo y ya encarama a los del Lucho al borde del precipicio. El foco dispuesto a las siete de la tarde de Reyes en el Santiago Bernabéu era el más grande de la temporada y por ello la imagen del equipo sale más reforzada que nunca. Las buenas palabras, teñidas de desconocimiento, se sucederán en los diarios de tirada nacional y en las televisiones devoradas por la influencia de los equipos gigantes.

Pero esa buena imagen, que se resume en una presión intensa y una solidaridad defensiva hasta ahora casi inédita, se diluye en las espesas escamas que forman la realidad. El Celta vuelve a desmoronarse tras encajar un gol y adolece, esta vez sí, una falta de puntería alarmante. Puede que tácticamente y a nivel de intensidad fuesen los de Luis Enrique mejores que los de Carlo Ancelotti. Principalmente porque estos blancos no asustan: su línea defensiva la forma la zaga y poco más. Los cuatro de arriba ni siquiera se molestan en sacrificarse y el técnico asturiano lo sabía. Por eso planteó un partido a la contra que dejó sólo a Charles hasta en dos ocasiones ante Diego López.

El brasileño falló y los sueños de conquista imposible se rompieron de forma cruel. Rafinha comandaba con la libertad bajo el brazo en el que sin duda fue su mejor partido como celeste. La defensa, bien apuntalada y atenta, no revistió errores de bulto como en otras ocasiones. Pero ya lo avisaba el propio Luis Enrique en rueda de prensa: contra un equipo de esta envergadura puedes hacer un partido de 10, pero a ellos les llega con uno de 7. Ni al notable llegaron en la tarde de ayer.

Entraron Jesé y Bale y el nerviosismo se apoderó del equipo olívico. Las internadas de ambos a pierna cambiada y la posición más centrada de un desaparecido Cristiano Ronaldo rompieron el embrujo de un Celta que ya no pudo. El resto es historia. La sensación es como un puñetazo inesperado. Cuando te quieres dar cuenta, tienes tres goles encima. Y estás en descenso. Por muy bonito que hayas jugado, por muy serio que haya sido tu partido, por muy maniatado que haya estado el Madrid en ciertas fases del partido.


Al final, lo que queda, es un espejismo y buenas palabras. Y de eso, en el fútbol, solamente vive el Barcelona. Porque lo acompaña con victorias.

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