Fue un 9 de diciembre, hace hoy exactamente diez años. El Celta se presentaba en San Siro con imperiosa necesidad de dar la sorpresa para continuar en una competición que le había dado una primera, y tal vez única, oportunidad de presentarse a Europa en la élite del fútbol continental. El reto no era fácil, ya que había que derrotar al campeón vigente, un equipo que enfilaba la final de la Copa Intercontinental. Y tal vez eso fue una ventaja. No jugaron aquel día Dida, Maldini, Cafú, Nesta, Pirlo o Schevchenko, que reposaban tranquilamente en un hotel japonés a la espera de la disputa del torneo por el trono mundial.
Pero el inquilino del banquillo era Carlo Ancelotti, que tenía sed de revancha después de haber recibido una goleada en Balaídos tan solo cuatro años antes cuando visitó el estadio vigués como técnico de la Juventus. Aquel día fue bailado por el Celta de Víctor Fernández y no estaba dispuesto a que volviese a sucederle lo mismo. El equipo que presentó el Milan no era el mejor que podía presentar, pero seguía imponiendo: Abbiati, Simic, Laursen, Costacurta, Kaladze, Brocchi, Redondo, Seedorf, Serginho, Kaká y Borriello. En la segunda mitad jugaron Abate, Rui Costa y Tomasson.
Por el Celta jugaron aquel histórico día Cavallero, Ángel, Berizzo, Cáceres, Sylvinho, Juanfran, José Ignacio, Gustavo López, Jesuli, Luccin y Milosevic. En la segunda mitad Miguel Ángel Lotina dio entrada a Giovanella, Contreras y Catanha. Un equipo que no tenía mucho que ver con la fantasía que había hecho mítico al Celta de finales del siglo anterior, aquel que había eliminado al Aston Villa o al Liverpool con un fútbol primoroso, y que luego había humillado sin vergüenza a otros dos campeones de Europa: Benfica y Juventus.
Eran equipos diferentes, y el guión del partido también lo fue. El Milan había prometido que daría guerra. Debía hacerlo para honrar la competición, y aunque no tenía a los mejores en la cancha, la primera mitad fue prácticamente suya. El Celta corría detrás del balón, se defendía como podía, pero Kaká tenía ganas de "liarla". Y lo hizo, con un golazo soberano que ponía en ventaja a los locales. Pero el Celta tuvo el acierto de reponerse inmediatamente al gol y logró el empate dos minutos después con un gol de Jesuli que devolvía la esperanza y cambiaba completamente el partido.
La segunda parte fue muy diferente. El Celta buscó el segundo, y lo encontró en un semi fallo de José Ignacio, que falló a la primera, pero ese error tumbó a Abbiati, y le permitió golpear a placer al fondo de las mallas. Era el tanto que cerraba el círculo heroico del Celta, aquel que le había llevado a tumbar a varios equipos campeones de Europa. No era al Milan a quien tumbaba, sino al Ajax, gran perjudicado de aquella noche.
Diez años han pasado de la última gran noche europea. El Celta sería eliminado en la siguiente ronda, la de octavos de final, por el Arsenal, y aún volvería a participar en competiciones europeas, en una Copa de la UEFA, en la Temporada 2006-07, sin la brillantez de antaño. El tiempo nos ha hecho añorar aquellas noches europeas en las que soñamos con ser grandes. Pagamos los excesos, disfrutamos como niños, siempre lo recordaremos, y no dejamos de soñar con repetirlo, pero esta vez sin penitencia posterior.
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