Foto: Denis Doyle |
Jonathan Vila gozó el pasado sábado de sus primeros minutos con la camiseta del Celta en partido oficial, fue una presencia meramente testimonial. Recordaba el porriñés que había sido la primera vez en su carrera deportiva que había jugado un partido sin llegar a tocar el balón. No es extraño en este caso, puesto que saltó al campo ya en tiempo de descuento. Entró simplemente para arañar unos segundos y reforzar el centro de la zaga en los segundos finales ante un previsible arreón del Sevilla que no llegó a producirse.
Fue, en todo caso, la puesta de largo de Vila, que ha trabajado durante estos meses en silencio, de forma abnegada, como ha sido costumbre a lo largo de su carrera como jugador del Celta. Las virtudes de Vila son de sobra conocidas. No es el mejor central del mundo, pero ha sabido ganarse un puesto en el Celta y labarse la confianza de los distintos entrenadores que han pasado por el equipo durante estos años. La lesión de Cabral abre la posibilidad de que Luis Enrique piense en él.
Todo apunta a que será David Costas el elegido, pero, ¿Por qué no puede ser Vila?. El técnico asturiano alabó la ética de trabajo del porriñés la pasada semana en la previa del choque ante el Sevilla, y no sería descabellado pensar que estuviese planteándose esa posibilidad. El año pasado, después de no contar en todo el año, logró finalizar el año como titular tras ganarse la confianza de Abel Resino en la recta final del campeonato, demostrando que puede tener un hueco en la siempre difícil Primera División del fútbol español. La duda, cuanto menos, es razonable.
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