Marcelino armó mejor a su ejército


Foto: EFE
El Celta-Villarreal enfrentaba a dos de los equipos que mejores sensaciones de juego venían dejando en este inicio de temporada. El Villarreal llegaba a Balaídos tras haber conseguido un punto en casa frente al Real Madrid, demostrando que Marcelino había estudiado mucho y bien a su rival.En Vigo lo volvió a hacer. Marcelino, como si estuviese volviendo a jugar una aventura gráfica que ya se había pasado, sabía perfectamente a lo que se iba a enfrentar y así lo demostró su equipo. 

El Celta ha buscado hasta ahora una salida lateral por la izquierda, con Toni como receptor del primer pase que pretende romper una línea rival. El Villarreal presionó en tres cuartos de campo rival con unas directrices claras. Gio tenía que correr hacia Aurtenetxe cada vez que éste tocase el balón, Aquino debía situarse unos metros por delante de Toni y los otros tres del centro del campo castellonense tenían que pasar la línea de medio. Así, el “submarinoamarillo” negaba al Celta su salida natural, le forzaba a enviar un balón largo y buscaba el robo alto. Era una estrategia perfecta que hizo mucho daño al conjunto celeste, incapaz de encontrar una forma de avanzar metros con pases cortos. 

Sin embargo, había soluciones. A David Costas no le presionaban como a Aurtenetxe y el espacio dejado por Fontás en el centro debía ser ocupado para conseguir que el balón llegase en condiciones favorables a los jugadores de ataque. Vimos a Álex López ocupar este espacio y ser capaz de combinar con sus compañeros en varias ocasiones durante el partido. No obstante, al ser el perfil derecho el menos presionado por el conjunto amarillo, era el interior derecho quién debía ocupar este espacio y asumir responsabilidad en salida. A Augusto, que fue el interior derecho, su naturaleza le llevará siempre a buscar el desmarque de dentro a fuera, en lugar de intentar recibir en posiciones más interiores. De esta manera se frustraba el mecanismo más claro que podría tener el Celta para sacar el balón en corto de forma continuada.

Quizás si Rafinha hubiese sido el interior derecho, el Celta se hubiese favorecido más de este movimiento. La novedosa posición del paulistano hizo que lo viésemos más pegado a la cal que en partidos anteriores y, en consecuencia, que estuviese menos en contacto con el cuero y fuese menos influyente en el juego. Aún así, puso varios centros con efecto hacia dentro que a pesar de no encontrar rematador, no eran una mala opción de gol teniendo a Mina y a Charles buscando el remate en el área.

La imposibilidad de sacar el balón en corto, llevó a Yoel a enviar más balones en largo de lo que Luis Enrique hubiese deseado. Aun así, el entrenador asturianopreparó a su equipo para ello e hizo debutar como titular a Santi Mina de extremo izquierdo. El portero celeste buscó mayoritariamente, por primera vez en cinco jornadas, el balón directo al perfil izquierdo. El atacante vigués no las ganó todas, ni mucho menos, pero supuso un desahogo para su equipo. 

Este equipo demostró saber sufrir y, en ese aspecto, también hemos mejorado con respecto al año pasado, cuando por errores individuales y superados por la presión, vimos como se escapaban puntos, esperanza y alegría.

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