Ser (verdaderamente) competitivos


No es fácil distinguir entre un exceso de pasión y la pubertad, quizá porque la primera habla de cierta vehemencia que conduce al cambio, y la segunda supone precisamente un cambio. La afición del Celta ha sido tradicionalmente pueril, dicho no como degradación, sino como descripción de un colectivo que va del blanco al negro, y retorna de vuelta, con demasiada facilidad, frecuencia, e intensidad. Muchos dirán que eso es originado por ser una afición muy “apasionada”, pero el seguimiento, apoyo, y presencia de la que ha gozado el equipo a lo largo de los años no nos habla precisamente de eso.

Hace sólo poco más de un mes Balaídos era una balsa de aceite en la cual todo se daba por bueno. El mundo era un inmenso balneario plácido flotando sobre agua clara y cálida, donde el barco abaneaba a un lado u otro sin mayor dificultad ni sobresalto. En definitiva, una curiosa contraposición a aquel celtismo histérico de siempre que silbaba y/o insultaba a sus jugadores en la segunda jornada.

De pronto, el hecho de cambiar de entrenador provocó que, fortuitamente, mucha gente viese plasmada la situación que vivían en la de otros equipos en peligro, equipos denostados este año incluso por el celtismo…, dándose cuenta de la situación real hacia la que se había ido deslizando el Celta, y del peligro existente, o la presión que éste supone.

Y en éstas llegó el derbi.

Da igual lo que ocurrió. Da igual si fue justo o no. Y no importa que fuera una oportunidad perdida para sacar tres puntos (bastante) asequibles. Todos los años se pierden puntos en situaciones similares.

Sin embargo, cierto temor hipocondríaco suspendido en el aire, bien vitaminado por ¿prensa? ajena, forofa e interesada, ha desencadenado en Vigo una onda de DRAMATISMO en base a la cual el celtismo ha de sentirse profundamente culpable y avergonzado porque uno de sus jugadores tuvo una actitud maleducada y despectiva con cuatro personas de la hinchada contraria, hacerse el hara-kiri por el hecho inaudito de que en un partido expulsaran a un importante jugador por una estupidez; y, finalmente, asumir con vehemencia que todo es susceptible de ir a peor, procurando que cualquier aspecto positivo del equipo sea justamente aniquilado.

Todo es bueno. Todo es malo. Cualquier jugador contrario es un tuercebotas. Cualquier jugador contrario es Messi.

El Celta es un equipo que ahora mismo se encuentra a una única victoria de salir de la zona de descenso. Ha mejorado la consistencia e intensidad de su juego, en la presión e intensidad que ofrece en el campo, ahora -por fin- compite hasta el final pase lo que pase, tiene una plantilla con mayor potencial que algunos de sus rivales, posee jugadores comprometidos con el club, y casi ha acabado los compromisos a priori más duros que marcaba su calendario, habiendo plantado cara en algunos de ellos. No hay problemas de pago, no hay graves incidentes con el público, y no hay sonoras pitadas en el estadio. Se trata de un equipo que, en definitiva, tampoco extrañaría que ganase dos partidos seguidos en cualquier momento.

Este es un momento BISAGRA. No porque ganar o perder contra el F.C.Barcelona vaya a decidir nada. No por estar a 1, 3 o 6 puntos de la permanencia. Sino porque ahora es cuando se define lo que en realidad el equipo quiere ser. Lo que lleva dentro. Si es de primera o no. Si da un paso adelante, o se permite dejar pasar el tiempo fustigándose. Si ve tres puntos como una oportunidad, o como un problema. Si cree en sí mismo. Ahora. El instante en el cual todo aún es remontable, y ninguna desgracia es definitiva. El momento de las oportunidades y las tendencias que se inclinan.

Esto, paradójicamente, lejos de depender de los resultados, depende -principalmente- de la idea de sí mismos que tengan, de lo que proyecten sobre el campo, de lo que expongan en estadio; de lo que demuestren apretando los dientes y pensando en demostrar que los demás no son mejores. De ser capaces de mantener la perspectiva al margen de hechos puntuales, viendo (buscando) las oportunidades de certificar una necesaria y merecida permanencia. Porque los tres peores equipos de primera no son ellos. No son el peor defensa, ni el peor mediocampista, ni el peor delantero. Pero en esta vida somos lo que hacemos, y algunas cosas hay que demostrarlas.

Porque, por si alguno no se ha dado cuenta, al Celta le van a meter más goles en lo que queda de liga. Quizá alguno en el minuto 8. Quizá de manera injusta. Rocambolesca o fortuita. Y habrá 82 minutos para remontarlo.

Este es el momento. Lograr la permanencia en los partidos que quedan de liga es mucho más sencillo que peregrinar por segunda. Es ahora. El momento de ver lo que hay delante, las oportunidades, y dar un paso al frente. Competir. De ser de primera. De poner en valor el potencial del equipo, la consistencia y oportunidades que genera; y hacer grupo en cada gol encajado, carencia, o mal día. El momento de ser lo que uno realmente es.

Y eso empieza por cada uno. Pero cada uno incluye también a la grada.

Texto escrito por Víctor Vidueira en el foro.delcelta.com

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