Fiesta con los fantasmas de Djukic


RICARDO GROBAS

El fútbol tiene memoria e ingenio, no solamente en el terreno de juego; también en las gradas. Balaídos esperaba ayer con ganas de revancha a Miroslav Djukic, después de que el técnico del conjunto vallisoletano lanzase sospechas sobre el partido Celta-Córdoba que cerraba la pasada temporada. La afición llegó animada al estadio y acabó cantando a capela el himno céltico. Y recibió con silbidos al entrenador del equipo rival.

El gol de Aspas a los ocho minutos dio más brío al ambiente festivo que se originó en Balaídos en la mañana del Día de Reyes. La fiesta no la estropeó el penalti de Varas, que Bueno se disponía a lanzar cuando Balaídos se acordó de uno de los episodios más tristes del Deportivo y se puso a cantar: "Djukic tiralo, Djukic tiralo, Djukic tiralo".

El serbio no podrá borrar el estigma de haber fallado el penalti en el último minuto que privó a su equipo, el Deportivo, del título de Liga en 1994. Aquel error ante el Valencia fue un duro golpe para el ahora técnico del Valladolid y para el eterno rival del Celta.

Y de ello volvió a acordarse ayer el celtismo cuando Bueno se preparaba para superar a Varas. El jugador blanquivioleta no se puso nervioso ante la presión del estadio. Su lanzamiento fue certero, para alegría de sus compañeros y en especial de Djukic, que se resarcía en cierta manera de la afrenta de Balaídos.

Seguramente, el serbio hubiese deseado salir al terreno de juego y ejecutar la pena máxima. Tendría una oportunidad inmejorable para eliminar a algunos de los fantasmas que le persiguen desde aquel fallo trascendental y que en ocasiones tratan de recordarle sus adversarios. Djukic entró en Balaídos provocando iras por levantar sospechas sobre un supuesto empate amañado y se fue molesto por la derrota y la burla del celtismo.

Jaime Conde / Faro de Vigo

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