El criterio de Paradas y el miedo de Herrera


XOÁN CARLOS GIL

No hace falta demasiado tiempo para catalogar a un árbitro. Basta con verle en acción en la primera jugada con algo de miga. Después de tres faltitas y una tarjeta a Michael Krohn-Dehli a la mínima oportunidad, Balaídos entero sabía que Paradas Romero era ese tipo de colegiado insoportable, de los que desesperan a unos y a otros, de aquellos que en lugar de favorecer el espectáculo se dedican a emborronarlo.
   
Antes de la jugada que cambió el devenir del encuentro, el Celta no estaba haciendo su mejor partido. Herrera había sorprendido a casi todos dejando en el banquillo a Álex López y recurriendo a ese trivote que tan bien funcionó ante el Valladolid, una decisión un tanto extraña pues supone prescindir de tu principal canalizador de juego. Pero el plan funcionaba. El peligroso ataque donostiarra no inquietaba y los celestes se adelantaban en el marcador en una jugada que justificó el correr el riesgo de situar a un dolorido Aspas en el once. Genial dejada del moañés para un Krohn-Dehli que vio puerta por primera vez en toda la temporada, algo que se debería repetir más a menudo.
   
Sin embargo, con la segunda parte todo cambió. Herrera dejó inteligentemente a Aspas en la caseta para evitar problemas futuros e insertó a Álex López en la medular. Paradas Romero entró en escena expulsando a Augusto tras una mano a todas luces involuntaria. Una decisión amparada en un reglamento absurdo que deja a la interpretación de un colegiado sin criterio, como demostró posteriormente al no expulsar a Carlos Vela en una jugada similar, el juicio de una acción que en un 75% de ocasiones se produce de forma involuntaria y cuyo castigo es muy grande tanto para el equipo que la sufre como para el espectáculo en general. Alguien debería reunirse a final de temporada para clarificar de una vez por todas esta cuestión.
   
A partir de entonces el partido se convirtió en un calvario para el Celta. La Real tardaría un cuarto de hora en empatar en la única jugada en la que las fuerzas se igualaron: un balón parado. Fue entonces cuando Herrera, víctima del miedo, quiso asegurar el empate y renunció por completo a cualquier opción, por mínima que fuese, de conseguir la victoria. En un cambio un tanto incomprensible, el técnico catalán introdujo a Natxo Insa en detrimento de Park, único punta que quedaba sobre el campo. El resultado fue un Celta pertrechado en su campo, con Álex López como futbolista más adelantado y sin apenas posibilidad de inquietar a un conjunto donostiarra que, como al Deportivo meses atrás, le faltó ambición para ganar el partido.
   
Al final, punto sabroso vistas las circunstancias aunque, obviando las mismas, el Celta ha vuelto a dejar escapar una clara oportunidad de distanciarse con la zona baja. En ello mucho ha tenido que ver un colegiado falto de criterio, pero también un entrenador presa del miedo. Herrera es un buen técnico, con numerosas virtudes que han llevado a este equipo de nuevo a Primera División. No obstante, muestra en ocasiones una evidente falta de carácter y ambición que se transmite a sus futbolistas. No puede ser, como aconteció en Vallecas, que la expulsión de un jugador provoque la sensación de haber perdido cuatro futbolistas. Más valentía hará falta en la cita próxima en el Reyno de Navarra. Una final por la permanencia que el Celta deberá afrontar sin Augusto Fernández y Michael Krohn-Dehli, bajas provocadas por el gatillo fácil de Paradas Romero. 

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