Esta mañana regresa el Celta a la normalidad, con un entrenamiento en A Madroa en el que se empezarán a ir aclarando ciertas cuestiones para el fin de semana en el que nos visita el Mallorca, un partido que adquiere tintes de semifinal, porque para las finales todavía falta mucho tiempo. Es una semifinal porque ambos, tanto al Celta como al conjunto bermellón tan bien entrenador por Caparrós, tienen la angustia a la vuelta de esquina. Las seis derrotas consecutivas de los baleares estropearon un buen inicio de campaña, algo en lo que el Celta se puede sentir reflejado, a pesar de que ni empezó tan bien ni la caída está siendo comparable.
Una de las grandes dudas para el partido del domingo es la presencia del capitán céltico Borja Oubiña, uno de los buques insignias de la escuadra de Herrera junto con el insuperable Iago Aspas, que ha arrancado la temporada al mismo ritmo que remató la anterior. A tope, en dos palabras. Precisamente estos dos jugadores se han convertido en indispensables para Herrera. Sobra decir porque lo es el moañés, pero el caso de Oubiña es más complejo.
Después de cuatro años prácticamente en blanco, Oubiña regresó como el hijo pródigo. No es que esperásemos ni mucho ni poco de él, simplemente nos hacía ilusión volver a verlo de corto. Los más optimistas creían que podía ser un "fichaje" interesante, los más pesimistas anunciaban que el Oubiña que conocimos no volvería, y los más realistas esperaban acontecimientos sin excesiva fé.
Pero Oubiña regresó, y sorprendió incluso a aquellos que más fe habían depositado en él. No solo se convirtió en el mejor fichaje, sino que acabó siendo uno de los mejores jugadores del equipo, y cuando el Celta ascendió, se convirtió en indispensable. Porque en Segunda División, sus ausencias podían pesar, pero era Segunda. Ahora no, cuando Oubiña no está, es en Primera donde lo echamos de menos, y ahí, al mínimo descuido te la clavan.
El Celta de Herrera se sostiene en las piernas de Oubiña. Puede que no tenga su día, o eso parezca, y puede incluso que a muchos no les guste su juego, pero si no está Oubiña se nota.¡Vaya si se nota!. Un buen ejemplo fue el domingo, donde hasta su técnico pareció perder el norte sin su brújula en el campo. El invento de Cabral en el mediocentro deja a las claras la escasa confianza que tiene Herrera en los posibles sustitutos de Oubiña. No le convence Bustos, a quién metió en el campo a regañadientes tras la expulsión de Cabral (un defensa central que partió en el pivote) y tampoco le gusta Álex López para el perfil defensivo.
No hay otro jugador en la plantilla que se parezca, ni de lejos, a Borja Oubiña. Por eso su ausencia terminó saliendo tan cara el sábado pasado, y por eso su presencia ante el Mallorca se antoja fundamental. El club no emitió parte médico ayer, por aquello de la huelga supongo, y el más reciente que tenemos es del martes 13, mal augurio. En él se indicaba que Oubiña había comenzado "entrenamiento progresivo con el grupo", aunque, eso sí, a ritmo lento. Llegará muy justo, si es que llega. Malo, porque el Celta, que durante años creyó que Oubiña era parte del pasado, ha visto como éste ha regresado y además ha vuelto a ser imprescindible, hasta el punto de generar cierta dependencia.
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