¿Que cinco años no es nada?


El Estadio Municipal de Balaídos volverá a acoger un partido de Primera División. Muy lejano queda aquel 17 de junio de 2007, de infausto recuerdo para el celtismo, con un Celta - Getafe que conformó una película repleta de humor negro y con final trágico. Y aunque parece que fue ayer, muchas cosas han cambiado. Aquella tarde de junio, el descenso del Celta no fue Trending Topic, no se abrieron grupos en facebook de apoyo al celta, ni los aficionados cambiaron su foto de perfil en Tuenti por el escudo del Celta. Nadie subió fotos del evento a través de Instagram, ni recibimos Whatsapp de apoyo por parte de nuestros amigos. Las lágrimas de la afición no aparecieron en Pinterest, y Google+ era igual de desconocido que ahora. El 17 de junio de 2007 Second Life era la red social del futuro. 

Zapatero mandaba en España, Touriño en Galicia, y nadie sabía quien era Angela Merkel. No había desaceleración económica, ni crisis, se vendían pisos como churros. Todos ignorábamos lo que era la prima de riesgo, el bono a diez años o la troika. Pagábamos un 16% de I.V.A, y los funcionarios tenían dos pagas extra. Solo habíamos visto coches eléctricos en la ciencia ficción, y en Madrid soñaban con las Olimpiadas de 2016. El descenso del Celta no se grabó en Blu- Ray, ni lo vimos en HD o en 3D. Eso sí, los más prácticos subieron el partido a Megaupload. No hubo especial del descenso en Gol Televisión, ni en Canal + Liga, ni lo pudimos ver en la TVG2. Ver un partido del Celta por PPV costaba más de 10 euros. Los partidos del Real Madrid Castilla no se podían ver por Marca TV. 

Y hablando de soñar, el celtismo soñaba con un nuevo Balaídos, había foso, no había lonas ni recortes de butacas. Las mallas de las porterías no eran celeste. La grada de fondo estaba poblada por la Peña Celtarras, y las butacas no eran rojas. No existía Preferencia celeste, ni Irmandiños, ni Morriña celeste, los Centolos Celestes eran apenas unos recién nacidos, y los celtistas en A Coruña aún no estaban organizados en la peña Norte Celeste. Moiceleste y Noticias Celta no publicaron nada acerca del descenso del Celta. No hubo Foliada del descenso en El Fútbol es Celeste. Li-Ning era esa exótica marca que vestía a la selección española de baloncesto, y Estrella Galicia una marca de cerveza más. 

No conocíamos a Arthuro, a Vara, a Cellerino, a Papadopoulos, a Fajardo. Tampoco habíamos oído hablar de Botelho, de Saulo, de Fabiano Lima, de Renan, de Dinei. Ni idea de quién era Rosada, Agus u Óscar Díaz. Los canteranos eran unos chicos que jugaban en el Celta hasta llegar al filial. Antonio Chaves aún no estaba enamorado de Iago Aspas y Torrecilla estaba tranquilamente en Salamanca. Tampoco sabíamos quien era Camilo Lobato, ni había descuentos en Frutas Nieves o Merkamueble. 

Habíamos oído hablar de la Ley Concursal, pero nos sonaba a chino aquello de la quita, el convenio de acreedores, o el plan de viabilidad. Tampoco habíamos oído hablar de las variables de un traspaso, de los derechos de formación, de las garantías de pago. Gastar 7 millones de euros en cualquier medianía aún no era derrochar el dinero. La Liga no estaba partida en dos. El campeón no le sacaba 40 puntos al tercer clasificado, y el pichichi solo marcaba 50 goles cuando jugábamos al FIFA en modo fácil. El 17 de junio de 2007 la selección española de fútbol era un equipo perdedor, un plantel repleto de fracasados. 

En junio de 2007 Jonathan no era el otro Aspas. Abalo era una promesa en ciernes. No sabíamos que había un Ibrahimovic en Silleda, ni un Gato en Catoira, ni conocíamos la afición de Yoel por el mundo equino. Tampoco había sido nominado al balón de oro de un Mundial Sub-20 un lateral derecho de Marín.  Jonathan Vila no era central, Álex López vagaba por la Tercera División, y Oubiña estaba más lejos que nunca del Celta. Ni se imaginaba el calvario que le esperaba.  Aún no estábamos obsesionados con Jonathan Pereira, ni nos habíamos enamorado perdidamente de un chileno pequeñito llamado Orellana. No teníamos un internacional por Venezuela criado en Bertarmiráns, y un coruñés repleto de talentoni no correteaba por Balaídos. Aún no conocíamos la garra de Bustos, el talento arrollador de De Lucas, las ganas de Natxo Insa, el pundonor de Bermejo, ni el carisma de Paco Herrera. 

Sí, definitivamente, cinco años es mucho tiempo. Que no nos vuelva a pasar algo así. 

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