La Primera División recibió al
Celta. El Málaga fue el encargado de introducir a los vigueses en otra
dimensión futbolística en la que los errores se pagan y el rival no perdona. No
mereció el equipo de Paco Herrera salir derrotado de Balaídos. Es más, si el
partido debió decantarse de un lado, ese sería el de los celestes, que
dispusieron de más y mejores oportunidades de gol. Pero el escaso acierto y la
falta de contundencia en una jugada aislada declinaron la balanza hacia la
báscula más fuerte, la más experimentada, aquella que necesita bien poco para
llevarse mucho. Es cierto que las victorias morales no conducen a ningún sitio
y que el Celta concluye la primera jornada con un rosco en su casillero de
puntos. Pero también es verdad que la imagen invita al optimismo. No todos los
días serán como este ni todos los adversarios como el Málaga. El Celta regresa
a Primera y ya ha recibido su primera bofetada, pero esto no ha hecho más que
empezar.
Apostó de inicio Herrera por un dibujo extraño. Lo que en principio
parecía un trivote en mediocampo con Bustos, Oubiña y Álex López, se convirtió
en un 4-4-2 con el ferrolano botado a un costado y Iago Aspas y Quique De Lucas
en punta. No salió mal la jugada, pues tanto el moañés como el catalán fueron
un auténtico quebradero de cabeza a la espalda de Wellington y Demichelis. En
cambio, la figura de Álex López brilló menos que de costumbre tan escorado. Por
su parte, Augusto Fernández dejó pinceladas de buen futbolista: vertical,
asociativo y generoso en el esfuerzo, el argentino rindió por encima de las
expectativas en su debut con la zamarra celeste.
La contra fue la principal arma céltica ante un Málaga dominador pero
romo en ataque que sólo generó peligro a través de errores en la salida de
balón de Bustos y Oubiña. Pese a que se fueron entonando poco a poco, no fue el
mejor partido de ambos, especialmente del vigués, al que se le vio algo cansado
fruto posiblemente de los problemas físicos que arrastró en pretemporada. Con
su mejoría en el segundo tiempo y la mayor participación en ataque de Álex
López, el Celta logró embotellar por momentos al Málaga en el segundo tiempo.
Sin embargo, el carrusel de oportunidades no encontró el gol.
Y fue entonces cuando los vigueses descubrieron la crueldad de una
categoría que no admite errores. Fabrice puso el único borrón a un impecable
partido de la zaga viguesa. Después de dos mano a mano de De Lucas y varias
actuaciones milagrosas de Willy Caballero, el Málaga obtenía el premio del gol.
Aún habría tiempo para dos nuevas oportunidades marradas en las que la diosa
fortuna no se vistió de celeste.
El Celta y el celtismo deben marcharse tristes de Balaídos, pero también
optimistas. El equipo está bien trabajado defensivamente y es capaz de generar multitud
de ocasiones ante un rival de Champions League. Resta ese puntito de
efectividad arriba que pueden incorporar las futuras contrataciones. El sueño
de Primera ha comenzado, aunque no de la mejor manera posible. De todas formas,
aunque la historia se tuerza, si el guión va a ser así, probablemente tenga
final feliz.
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