Treinta años de una leyenda


Es la leyenda del baloncesto femenino vigués. Y se lo ha ganado a pulso gracias al peso (y al paso) de la Historia. En 1982, a pocos meses de disputarse en Vigo el Mundial de balompié, con el Real Club Celta arrancando aplausos en toda España por su fútbol total de la mano de Milorad Pavic, el básket local alcanzaba el doblete con el Celta Citroën. Ningún otro club gallego lo había logrado en sus participaciones anteriores (Medina y Tabacalera de A Coruña, Liceo Marítimo de Vilagarcía, Estudiantes de Vigo...), y tampoco han sido capaces en las posteriores (Xuncas y Ensino de Lugo, Compañía de María de A Coruña, Extrugasa Vilagarcía y C.B. Vigo y Celta Bosco).

Aquel Celta, criticado porque fue la punta de lanza del profesionalismo en el deporte femenino y una sección adelantada a su tiempo con Luis Fernández Castro como delegado, no ha podido ser copiado en las tres décadas siguientes. Su enconado rival, el Picadero (Picef, Íntima, Comansi...), firmó tres dobletes, en 1975, 1978 y 1980, hasta que el equipo de Nacho Polo, un madrileño formado en las filas del Real Madrid y que había jugado en el Porcelanas Santa Clara vigués, acabó con el dominio catalán. Polo, primerizo en la dirección técnica, y sus jugadoras entregaron a la ciudad dos trofeos, el de Liga y el de la Copa de la Reina, que si bien ya habían caído en el zurrón celeste a cuentagotas (la Liga en 1977 y 1979 y la Copa en 1981), nunca se celebraron al tiempo.

Aquel verano, Citroën aportaba unos 15 millones de pesetas a un gran proyecto. Paco Martínez se despedía como entrenador, se iban Pepa Calvet y Susana García y el club apostaba por Polo y la llegada de Rocío Jiménez (Iberia) y Elena Moreno (Donosti), además de recuperar a las viguesas Carmen Martínez (Complutense) y Ángeles Liboreiro (Mercantil). La apuesta era fuerte porque Moreno sería la base titular y Belén Iglesias, con 17 años, su suplente. Nunca un equipo campeón recibió tantas críticas. Lo más suave que se dijo, alentado fundamentalmente desde Barcelona, fue que el Celta tenía grandes individualidades y el Comansi era un equipo. La teoría cobró fuerza en la primera jornada del campeonato, con victoria catalana en el Palau (66-56), y se alimentó desde el 18 de octubre de 1981 hasta el 28 de marzo de 1982. El día de la Reconquista, con 6.200 espectadores de pago y un cálculo de unos 6.500 en las gradas del Central, un 66-55 sentenció la Liga para el Celta, que sufrió lo indecible en el minuto final y acabó agotando una posesión final para vencer. La Liga más mediática de la historia caía del lado vigués, del equipo al que le negaban tal honor. Pedro Rivas (Citroën Hispania) había pedido en la presentación de agosto el doblete. Y así fue.

En la Copa no hubo lugar a una final, pero sí a una semifinal vibrante a doble partido: 72-63 en el Palau, con grave lesión de la salmantina Juana Ingelmo (cruzados, rodilla izquierda), y cómodo triunfo gallego en la vuelta (77-59) ante 4.000 espectadores. El Comansi de Junyer, Llop, Rosa Castillo y la excéltica Carmen Fraile no pudo con Marisol Paíno (30) y compañía. El domingo 16 de mayo, en el pabellón de Punta Arnela, en Ferrol, el Celta le hacía un roto al Complutense (102-68). Aquel Celta, protestado en Vigo todo el año (su entrenador fue cuestionado por el juego), hizo lo que nadie en Galicia. Y es leyenda.

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