Foto: Champy |
La pregunta es: ¿por
qué este cambio de dinámica? Los malos resultados no son algo que se deba
achacar al juego. Salvo el choque ante Las Palmas y los 59 minutos de
Cartagena, a los de Herrera no se les puede criticar la aplicación de su
propuesta futbolística. Tanto en Huesca como ante Villarreal B y Deportivo, los
célticos han sido superiores por fútbol a su rival. En todos esos duelos, si
mereció haber algún ganador ese fue el conjunto que vestía de celeste. Otros
han sido los factores que han propiciado esta escasez de triunfos.
El principal ha
sido la falta de pegada. El conjunto vigués es el máximo goleador de la
competición, pero también el que más ocasiones genera fruto de un fútbol
ofensivo y vertical. Comentaba Herrera que le preocupaba la falta de acierto de
su equipo de cara a gol en las últimas semanas. En Gran Canaria, pese al mal
partido, el Celta se topó con dos remates al poste que frustraron el conato de
remontada. Huesca fue la máxima expresión de falta de puntería, pues los
vigueses contaron con opciones de sobra para llevarse el duelo. Incluso en la
victoria ante el filial castellonense, los olívicos marraron multitud de
oportunidades ante el marco de Diego Mariño. Por último, este domingo, el
Deportivo demostró que necesita muy poquito para hacer tres goles, mientras que
los celestes precisaron de mucho más para convertir únicamente dos.
Segundo, y no menos
importante, el rigor defensivo. La seguridad de la retaguardia había
constituido el factor diferencial entre el Celta de principio de temporada y el
que se consolidó en el ascenso directo. En las últimas semanas, esa solvencia
en defensa se ha perdido en muchos momentos. Sólo ante el Villarreal B,
casualmente en la única victoria, los de Herrera han conseguido dejar la puerta
a cero. Por lo demás, hasta ocho han sido los goles que ha recibido el conjunto
vigués en este último mes. Oier y Túñez han bajado ligeramente su nivel y por
momentos, especialmente ante Las Palmas y Cartagena, el centro del campo no ha
desempeñado correctamente sus labores defensivas.
A todo esto hay que
añadirle esa pizca de suerte que marcó la diferencia durante la época de “vacas
gordas” y que en las últimas fechas parece haber dado la espalda a los de
Herrera. Hace un mes, es posible que el gol de Momo rebotase en la barrera y se
marchase desviado, o que los disparos al poste de De Lucas terminasen en el
fondo de las mallas. También, que algunas de las oportunidades de David en
Huesca se convirtiesen en gol, o que Omar mandase su disparo a las nubes.
Probablemente Toni Moral no hubiese clavado su libre directo por la escuadra, y
seguramente De Lucas habría transformado su mano a mano previo. Y qué decir del
derbi: seguro que Aspas hubiera sabido sortear a Morel y colocar el empate y
que Borja no se encontraría en el descuento con un gol inmerecido…
El Celta no está en
crisis, pero sí que ha visto mermado su rendimiento en ciertos aspectos clave
que terminan siendo decisivos. Hay motivos de sobra para el optimismo, ya que
los cimientos están bien asentados y la idea tiene una correcta aplicación.
Simplemente, falta corregir esos defectos, invisibles hace un mes, y que marcan
la diferencia entre un equipo de sobresaliente y otro de matrícula de honor. Se puede hacer y se va a hacer.
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