El porqué de las cosas


Foto: Champy 
Hace aproximadamente un mes, el Celta caminaba a ritmo de récord hacia Primera División. La goleada por 5-0 al Numancia servía para redondear una espectacular racha de siete victorias consecutivas. Los vigueses se habían afianzado el ascenso directo, aventajando hasta en siete puntos a un Valladolid que había caído derrotado en Zorrilla a manos de los de Paco Herrera. Todo pintaba color de rosa hasta el choque en Gran Canaria, donde el Celta vio truncado su sobresaliente registro. Desde entonces, y por diversas circunstancias, los vigueses sólo han sumado una victoria (Villarreal B), han sufrido dos derrotas (Las Palmas y Deportivo) y han cedido un empate (Huesca), al margen del suspendido encuentro de Cartagena. Por ello, los olívicos son ahora mismo terceros a dos puntos del Real Valladolid.
   
La pregunta es: ¿por qué este cambio de dinámica? Los malos resultados no son algo que se deba achacar al juego. Salvo el choque ante Las Palmas y los 59 minutos de Cartagena, a los de Herrera no se les puede criticar la aplicación de su propuesta futbolística. Tanto en Huesca como ante Villarreal B y Deportivo, los célticos han sido superiores por fútbol a su rival. En todos esos duelos, si mereció haber algún ganador ese fue el conjunto que vestía de celeste. Otros han sido los factores que han propiciado esta escasez de triunfos.
  
El principal ha sido la falta de pegada. El conjunto vigués es el máximo goleador de la competición, pero también el que más ocasiones genera fruto de un fútbol ofensivo y vertical. Comentaba Herrera que le preocupaba la falta de acierto de su equipo de cara a gol en las últimas semanas. En Gran Canaria, pese al mal partido, el Celta se topó con dos remates al poste que frustraron el conato de remontada. Huesca fue la máxima expresión de falta de puntería, pues los vigueses contaron con opciones de sobra para llevarse el duelo. Incluso en la victoria ante el filial castellonense, los olívicos marraron multitud de oportunidades ante el marco de Diego Mariño. Por último, este domingo, el Deportivo demostró que necesita muy poquito para hacer tres goles, mientras que los celestes precisaron de mucho más para convertir únicamente dos.
   
Segundo, y no menos importante, el rigor defensivo. La seguridad de la retaguardia había constituido el factor diferencial entre el Celta de principio de temporada y el que se consolidó en el ascenso directo. En las últimas semanas, esa solvencia en defensa se ha perdido en muchos momentos. Sólo ante el Villarreal B, casualmente en la única victoria, los de Herrera han conseguido dejar la puerta a cero. Por lo demás, hasta ocho han sido los goles que ha recibido el conjunto vigués en este último mes. Oier y Túñez han bajado ligeramente su nivel y por momentos, especialmente ante Las Palmas y Cartagena, el centro del campo no ha desempeñado correctamente sus labores defensivas.
   
A todo esto hay que añadirle esa pizca de suerte que marcó la diferencia durante la época de “vacas gordas” y que en las últimas fechas parece haber dado la espalda a los de Herrera. Hace un mes, es posible que el gol de Momo rebotase en la barrera y se marchase desviado, o que los disparos al poste de De Lucas terminasen en el fondo de las mallas. También, que algunas de las oportunidades de David en Huesca se convirtiesen en gol, o que Omar mandase su disparo a las nubes. Probablemente Toni Moral no hubiese clavado su libre directo por la escuadra, y seguramente De Lucas habría transformado su mano a mano previo. Y qué decir del derbi: seguro que Aspas hubiera sabido sortear a Morel y colocar el empate y que Borja no se encontraría en el descuento con un gol inmerecido…
   
El Celta no está en crisis, pero sí que ha visto mermado su rendimiento en ciertos aspectos clave que terminan siendo decisivos. Hay motivos de sobra para el optimismo, ya que los cimientos están bien asentados y la idea tiene una correcta aplicación. Simplemente, falta corregir esos defectos, invisibles hace un mes, y que marcan la diferencia entre un equipo de sobresaliente y otro de matrícula de honor. Se puede hacer y se va a hacer.

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