Las dos caras del Celta

El Celta mostró ayer dos caras en su enfrentamiento ante el Real Valladolid. La imagen de la primera mitad fue mucho más plana, sin acabar de tener el control del juego y del balón, buscando la contra como única alternativa. El Celta salió con la idea de robar y correr, pero falló la primera premisa porque el Valladolid estaba mejor plantado en el terreno de juego. Claro que los de Djukic no aprovecharon estas concesiones y se limitaron a intentar amarrar el resultado esperando que la flauta sonase en la segunda.

Y sonó, en una acción que llega tras una pérdida de Bustos en la salida del balón. Javi Guerra, un depredador del área no perdonó y al Celta le tocó poner a la caballería en el campo para intentar remontar. Justo antes del gol, Herrera había cambiado el sistema. Introdujo a Joan Tomás y retiró a Natxo Insa. El cambio fue fantástico. El Celta pasó a jugar solo con David en punta, descolgó a De Lucas a la banda derecha y a Orellana a la izquierda, colocó a Joan Tomás de enganche y retrasó ligeramente la posición de Álex López, para que el ferrolano iniciase el juego de ataque desde el pivote.

Fue otro equipo completamente distinto. Había llegada por bandas, porque había jugadores por esa zona y se podían ganar superioridades, pero también por el centro cuando Orellana caía al medio saliendo desde la banda. Había sorpresa. Los previsibles ataques de la primera mitad resultaban fáciles de defender, los de la segunda, eran más complejos. Cierto que el Valladolid estaba con uno menos, y cierto que en la primera parte hubo ocasiones de gol, pero producto de jugadas aisladas no de un dominio claro ni de una superioridad.

La imagen del último cuarto de partido es con lo que nos debemos quedar. Es un equipo más equilibrado, y es una pena que Herrera no lo viese o no quisiese verlo antes. Rectificar tras el descanso hubiese podido valer una victoria importantísimo. En todo caso, medio salvamos los muebles, que tampoco está nada mal viendo como estaban las cosas en el minuto 93.