Cuestión de confianza



La confianza es un bien muy preciado. Posiblemente, el tesoro más valioso con el que cuenta el ser humano. El periodista y escritor norteamericano, Henry–Louis Mencken, la definió como “el sentimiento de poder creer en una persona incluso cuando sabemos que mentiríamos en su lugar”. Otro estadounidense, esta vez el poeta y pensador Ralph Waldo Emerson afirmó que “la confianza en sí mismo es el primer secreto el éxito”. Si se tiene, es algo maravilloso, que puede durar toda la vida. En cambio si se pierde, se antoja irrecuperable, inalcanzable.

Y es que, al fin y al cabo, todo, absolutamente todo, gira en torno a la confianza. Por ejemplo, confiamos en un médico cuando nos ponemos en sus manos, en un piloto cuando nos subimos a un avión, en el banco cuando depositamos nuestros ahorros, en un político cuando le damos su voto…Y así todos los días dentro de nuestra larga y aburrida cotidianeidad. Sin ella no podríamos convivir.

La confianza se antoja aún más fundamental cuando uno dirige un grupo humano de trabajo. Desde su rol como gerente de un colectivo de personas, todo director, si desea alcanzar el éxito, debe tener plena confianza en sus subordinados, en las personas que están a su cargo. Ya sea uno presidente del gobierno, gerente de una empresa o entrenador de fútbol.

Ese es el caso de Paco Herrera. El entrenador del Celta ofrece muestras de confianza repartidas en once dosis por cada alineación realizada. Otorga también su confianza a aquellos tres futbolistas que salen desde el banquillo, destinados a cambiar el rumbo del encuentro. Confía también en su cuerpo técnico, necesario compañero de trabajo. Asimismo, debe poseer una confianza recíproca con la directiva, de la cual espera que sea capaz de configurarle un equipo de garantías, al tiempo que ésta aguarda que el técnico conduzca a dicha plantilla hacia los objetivos marcados. Confía también en la afición, consciente de que no fallará en los momentos importantes.

No obstante, en los últimos días, dicha confianza parece ser algo que se le ha acabado a Herrera en determinados aspectos. No confía, por ejemplo, en Papadopoulos y Sergio Ortega, los dos descartes realizados por el preparador catalán y que muy difícilmente gozarán de alguna oportunidad esta campaña. Y no confía en Víctor Vázquez, futbolista del filial, pues, sin contar con lateral derecho alguno para el partido de Huelva, prefirió colocar al recién fichado Bellvís a pierna cambiada antes que situar al canterano.

Esto último da que pensar. Primero, es toda una declaración de intenciones, una muestra palpable de que Víctor Vázquez lo va a tener muy difícil para gozar de minutos en el primer equipo, tanto este año como los venideros, si Paco Herrera continúa en el banquillo. Y segundo, es un grave motivo de preocupación. Y explico por qué.

Desde Casa Celta se ha defendido a ultranza el modelo de equipo basado en contar con plantillas cortas y con futbolistas polivalentes capaces de actuar en varias demarcaciones. Herrera, como buen entrenador de club, ha acatado esta decisión, tomada ante la difícil coyuntura económica en la que se encuentra la entidad. Aún a sabiendas de que el Celta anda escaso de efectivos en ciertos puestos, sobre todo en la zaga, el técnico catalán no ha dudado en apoyar esta política, describiendo incluso sus principales virtudes. Para defender esta idea, se ha vendido el archifamoso discurso de “Confiamos en la cantera”. “¿Para qué fichar si se pueden subir a jugadores del filial?”, repiten una y otra vez desde Praza de España. Un discurso que gusta a la afición, pero que, a día de hoy, pienso que puede carece de fundamento, por lo menos en cuanto a la línea defensiva se refiere.

Antes de nada quiero aclarar que no estoy diciendo que el Celta no trabaje el fútbol base. Nombres como los de Oubiña, Aspas, Mallo, Lago o Álex López confirman que desde el club celtista sí se confía en la cantera, algo que, como aficionado del equipo, respeto y aplaudo. Pero, ¿no estaremos yendo demasiado lejos?, ¿puede la cantera solucionar todos los males del equipo?, ¿están los chavales lo suficientemente formados para dar el salto a un grupo cuyo claro objetivo es el ascenso a Primera División?

Mis palabras van, principalmente, al hilo del tema de la escasez de efectivos en la línea defensiva. Por todos es sabido que es la parcela de la plantilla peor cubierta, con sólo tres centrales, y parece ser que, de necesitarlo, el cuarto miembro sería un chico procedente del segundo equipo. La pregunta es, ¿qué rendimiento ofrecerían? El arranque no está siendo demasiado esperanzador. Tras tres partidos, el Celta B tiene sólo un punto y diez goles en contra, lo que es una clara muestra de la debilidad defensiva del conjunto.

Ya se ha demostrado que Herrera no confía en Víctor Vázquez, ni como lateral ni como central, y tampoco en Gaffor, a quien descartó durante la pretemporada. Pero, ¿y los demás? Diego Simón no ha dado la talla durante la pretemporada y parece difícil que pueda contar con oportunidades en el primer equipo; Soto, Peña o Kevin son buenos futbolistas pero para un futuro próximo, pues aún están un poco verdes, algo normal y comprensible dada su juventud; asimismo, habrá que ver las evoluciones de dos nuevos fichajes, Victor Díaz y, sobre todo de Raúl Navas. Este último, si confirma las expectativas, puede ser el principal candidato a ocupar un sitio en el centro de la zaga del Celta si Vila, Catalá o Túñez se ausentasen.

Ojalá que algún día el Celta pueda jugar en Primera División con un once plagado de futbolistas salidos de A Madroa, pues hay calidad para ello. Pero, a día de hoy, ¿es esa la realidad?, ¿tiene sentido el discurso o quizás nos estamos excediendo?, ¿hay mimbres en la cantera para suplir la falta de efectivos del primer equipo, sobre todo en defensa, o no?, ¿hay que creer en que estos chicos serán capaces de sacar las castañas del fuego al primer equipo en momentos puntuales, o aún no están preparados para dar el salto este año? La respuesta es difícil, aunque, como todo en la vida, es cuestión de confianza.

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