Desde los cuarenta años de infausto recuerdo para España entre los cuales trascurrió la dictadura del general Franco, se ha establecido un puente aéreo entre Galicia y Sudamérica. Son casi innumerables la multitud de gallegos que, cruzando el charco, huyeron de esta tierra en busca de oportunidades en el continente americano. Al mismo tiempo, años después, son los habitantes de esos países, que primero fueron receptores, los que ahora llegan a nuestro territorio en busca de lo que, otrora, procuraban nuestros antepasados.
De esta conexión de culturas nació el que hoy en día es futbolista del Real Club Celta, Andrés Túñez. El jugador criado en Bertamiráns, un pueblo próximo a Santiago de Compostela, vio la luz por primera vez en la ciudad de Caracas, por lo que sus raíces más profundas se encuentran en el país vinotinto. El central celeste, aunque se siente gallego por los cuatro costados, no renuncia a sus orígenes, lo que, unido al inalcanzable nivel que ofrece la selección española absoluta, lo empujaron a aceptar la propuesta de Venezuela de defender sus colores en las competiciones internacionales.
Tras la molesta burocracia pertinente y algunos amistosos, llegaba la gran oportunidad para Túñez, la Copa América que se disputaría en Argentina durante el mes de junio. El problema, surgía en casa, pues el Celta se encontraba inmerso en la lucha por el ascenso a través del play-off, cuya participación en él, impedía al central concentrarse con su selección, lo que hacía imposible su viaje al país del tango para jugar el torneo.
Túñez tuvo que elegir, y aunque en sus palabras siempre se notó cierta tristeza por la oportunidad perdida, eligió el Celta. Quizás presionado por el club que le pagaba, Túñez abandonó el sueño de la Copa América para coger el camino de otro sueño: el celeste. Intentó convencerse de que era la decisión correcta, de que las posibilidades del Celta de subir a Primera eran superiores a las de Venezuela de hacer algo grande en Argentina. Desgraciadamente para él y para todo el celtismo, se equivocó.
El Celta cayó con el Granada, y Túñez empezó las vacaciones antes de lo deseado y con una mirada puesta en Argentina. Sin embargo, el fútbol volvió a sorprender. Venezuela, contra todo pronóstico, se coló en las semifinales de la Copa América de las sorpresas. Los grandes habían caído y era tiempo de las selecciones menores, entre las cuales, se encontraban los compañeros de Túñez.
Todos nos despertamos la mañana del 21 de julio con la noticia de que Venezuela había dicho adiós a la Copa América. Paraguay, de manera injusta, se había encargado de apagar la llama de los compatriotas de Hugo Chávez, dejando a su selección a las puertas de la gloria. Desde Vigo, Túñez lamentaba su eliminación, al tiempo que esperaba que la derrota acabase con su frustración. La frustración de no poder haber disputado un campeonato tan importante con la selección venezolana, la frustración por haber elegido quedarse en Vigo y caer ante el Granada, la frustración generada por una “morriña a la inversa” que lo llevó por el camino del arrepentimiento. Otra vez será Túñez, tanto para Venezuela, como para el Celta.
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