A veces el calor de la grada está alejado de la calidad futbolística. En ocasiones, un jugador consigue apropiarse del apoyo del público por acciones o hechos que poco o nada tienen que ver con lo estrictamente futbolístico. A algunos les puede parecer injusto, pero, más de una vez, estos futbolistas, menos talentosos con la pelota en los pies que algunos de sus compañeros, han arrancado más aplausos de una hinchada que los más grandes virtuosos del balón. Es algo que no tiene que ver con la técnica ni con la táctica, sino con el sentimiento y el alma.
En el actual vestuario del Celta, encontramos a un futbolista que puede acabar adoptando el patrón antes descrito. Antonio Rodríguez Dovale, más conocido como Toni, es un joven jugador celeste con poco mostrado y mucho por demostrar. Su zurda de oro ha dejado huella en los campos de A Madroa, formando parte de aquel magnífico equipo juvenil que alcanzó la final de la Copa de Campeones. Fue Eusebio quien hace dos temporadas le dio la oportunidad de formar parte del primer equipo, donde, a ráfagas, mostró destellos de la calidad que se le presupone. La temporada pasada, Herrera no contó con él, y a mitad de campaña tuvo que irse cedido a Huesca para poder disfrutar de minutos. Ahora regresa a Vigo con el objetivo de asentarse en el plantel y ayudar al Celta a alcanzar la Primera División.
No obstante, al margen de sus cualidades futbolísticas, el destino ha querido que Toni tenga grandes posibilidades de convertirse en un futuro ídolo de la grada de Balaídos. Y es que Toni es coruñés y de familia deportivista. Sus primeras patadas a un balón las dio en la ciudad herculina e incluso llegó a disputar un torneo nacional con el Deportivo, donde su gran rendimiento le sirvió para fichar por el Barcelona. De regreso a Galicia, y ante la mala salida que tuvo del club norteño, Toni escogió el Celta, donde pudo redimirse consiguiendo el título de Liga juvenil en el feudo deportivista de Abegondo y ante el equipo de su niñez.
Ahora afronta una temporada que puede ser vital para definir su carrera futbolística. Y lo hace en el Celta, el eterno rival. Es más, Toni ya conoce lo que para un coruñés supone jugar en el equipo olívico, pues vio el partido de Granada en un bar de su ciudad natal, donde muchos aficionados deportivistas le recordaron que, en términos futbolísticos, allí es persona “non grata”.
Así pues, esperemos que este escurridizo extremo consiga convertirse en el futuro 11 celeste. El “tránsfuga” que cruzó la Autopista del Atlántico para jugar en el enemigo quiere triunfar en Vigo. La calidad la tiene y, con este currículum, ya ha conquistado a la afición celeste. Es entonces cuando se hace inevitable pensar: ¿alguien se imagina como se quedaría Riazor si un coruñés hace el gol de la victoria del Celta? Soñemos.
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