Diez años después


Hoy se cumplen 10 años de la última final de la Copa del Rey disputada por el Celta. Y muchas cosas han pasado desde entonces, mucho hemos cambiado, aunque como dice la canción de Los Rodríguez, sigue siendo casi igual. 30 de junio de 2001, estadio de La Cartuja, Sevilla. Un sol de justicia para poner broche a la temporada más larga en la historia del Celta.

Había sido una temporada que comenzó en el mes de julio con la disputa de la Copa Intertoto y que, tras casi 12 meses de entrenamiento, de partidos, de victorias, empates y derrotas, concluía el último día de la Temporada 2000-01 con la disputa de la gran final de la Copa del Rey, curiosamente ante el mismo rival que siete años antes había dejado al Celta sin su primera Copa del Rey en el Vicente Calderón con el ya famoso penalti de Alejo.

Pero en esos siete años habían cambiado muchas cosas. Aquel equipo no tenía nada que ver con el de Txetxu Rojo. Si en la final de Madrid considerábamos un premio el simple hecho de estar allí, ahora el título era casi una obligación. De hecho, esa final tenía que ser la cuadratura del círculo de un equipo que no había parado de mejorar en los últimos años y cuyo objetivo de lograr ese título era una obligación y una deuda del fútbol con el equipo.

No debemos olvidarnos de que aquel equipo venía de maravillar en Anfield Road y en Villa Park, de golear al Madrid y al Barcelona, de humillar a Benfica y Juventus y quedarse a las puertas de la Champions en las temporadas anteriores, y en esa, la 2000-01, había caído en cuartos de final de la UEFA ante el Barcelona con aquel gol de un Rivaldo cojo y un arbitraje discutible, siendo elegido el mejor equipo del mundo en febrero de ese mismo año. Y a aquella final llegó tras eliminar en semis al mismo Barcelona, evitando que Guardiola cerrase su etapa como jugador culé disputando la gran final de Copa.

Sobra decir que el Celta era el gran favorito de aquella final. Todo lo contrario que en la de 1994 donde aquel Zaragoza de Víctor Fernández era un equipo temible, que quedaría tercero en la Liga y que un año después se alzaría con la Recopa de Europa. Ahora, siete años después, el conjunto maño era un equipo deprimido, cuyo mayor éxito había sido lograr la permanencia, y el Celta, ahora entrenado por Víctor, era como aquel Zaragoza que nos ganó en el Calderón; Un equipo fresco, con gusto por el fútbol, vertical, con buenos futbolistas y una afición que creía ciegamente en su potencial.

Una afición enorme por aquellos tiempos. 25.000 personas viajaron a Sevilla, y tal vez diez o quince mil vieron el partido en el Auditorio de Castrelos. Todo Vigo estaba pendiente de aquel partido que coincidió con las fiestas de Coia. Todo Vigo confiaba porque aquel partido era muy diferente al de siete años atrás. No había miedo, en su lugar había hasta prepotencia, pero sobre todo mucha ilusión. Conocíamos nuestro potencial y eso tenía que bastar.

Y así lo paerció cuando a los pocos minutos de comenzar el partido, Mostovoi robó un balón, hizo una de las suyas y batió al meta aragonés con la elegancia rusa del mejor jugador de nuestra historia. El Celta se ponía por delante y ahora sí, nada podía enturbiar nuestro sueño. Nos lo creímos más, si es que eso era posible, pero la realidad nos golpeó duramente. Nos adelantamos, sonreímos, soñamos, disfrutamos, pero fue algo efímero. El Zaragoza empató y más adelante remontó e incluso le dio tiempo a poner tierra de por medio para ganarnos por tres goles a uno. No se puede decir que el resultado fuese injusto, pero sí lo fue que aquel Celta no lograse ningún título, más allá de una Interto que nadie recuerda.

Ese día fallamos, y ese día el Celta inició posiblemente su declive. Vale que luego nos clasificamos para la Champions League, pero ya nunca fue lo mismo. Aquella sintonía con la afición nunca regresó, nunca volvimos a poner en sintonía el buen juego y los resultados. Aquel Celta estaba en su mejor momento pero perdió su gran oportunidad. Siete años antes perdimos una final contra un Zaragoza que un año después ganaría la Recopa. En 2001 perdimos la final contra un Zaragoza que un año después descendería a Segunda. Las comparaciones son odiosas.

Llegarán tiempos mejores que los actuales y, ojalá, nos volvamos a ver en esa tesitura. Podremos llegar a más finales, pero será difícil que lo hagamos siendo claramente favoritos, y mucho menos poder ser favoritos ante prácticamente cualquier equipo. La próxima vez que lleguemos, seamos o no favoritos, toca ganar. El fútbol tiene una deuda histórica con este club y hoy se cumplen diez años de la mayor afrenta del dios fútbol al Real Club Celta. ¡Volveremos!


RESUMEN PRIMERA PARTE


RESUMEN SEGUNDA PARTE

Moi Celeste

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